Mauricio, el Policía del Pueblo
En un hermoso pueblo llamado Riachuelos, rodeado de altas montañas y ríos cristalinos, vivía un policía muy especial llamado Mauricio. Siempre con su uniforme azul pulido y su gorra bien colocada, recorría cada rincón del pueblo con una sonrisa en el rostro.
Mauricio tenía un lema: “Siempre hay un momento para ayudar y hacer sonreír”. Todos en Riachuelos lo querían mucho, ya que no solo se encargaba de la seguridad, sino que también hacía que los niños jugaran con alegría. Su mejor amigo en el pueblo era un pequeño gato llamado Goloso, que lo seguía a todos lados en sus patrullas.
Un día, mientras paseaba por el parque, Mauricio escuchó un llanto. Se acercó rápidamente y encontró a una niña llamada Sofía sentada en el suelo con lágrimas en los ojos.
- “¿Qué te pasa, Sofía? ” - preguntó Mauricio con preocupación.
- “¡He perdido mi perrito, Tobi! No sé dónde buscarlo”, sollozó la pequeña.
Mauricio se agachó a su nivel y le sonrió.- “No te preocupes, Sofía. ¡Yo te ayudaré a encontrar a Tobi! Vamos a buscarlo juntos.”
Sofía asintió con esperanza, y juntos comenzaron la búsqueda. Preguntaron a los vecinos, revisaron los árboles y los arbustos, pero no había rastro de Tobi. Mauricio pensó un momento y tuvo una idea.
- “Sofía, ¿te gustaría que hiciera una ronda por el pueblo usando mi megáfono? Tal vez alguien lo haya visto”, propuso.
- “¡Sí, eso sería genial! ” - respondió Sofía, limpiándose las lágrimas.
Mauricio subió a su patrullero, y mientras conducia, empezó a hablar por el megáfono: - “¡Atención, atención! ¡Se busca un perrito llamado Tobi! Por favor, si alguien lo ha visto, comuníquese con la comisaría! ”
La gente del pueblo lo escuchó y pronto se unió a la búsqueda. Entre ellos estaba Don Ramón, el panadero, quien al escuchar el anuncio salió de su panadería.
- “¡Yo lo vi! Estaba cerca de mi tienda buscando migas de pan”, dijo Don Ramón.
- “¡Vamos, Sofía! ¡Él sabe dónde está! ” - exclamó Mauricio, y todos juntos corrieron hacia la panadería.
Cuando llegaron, allí estaba Tobi, saltando de felicidad mientras Don Ramón le daba unas galletitas. Sofía abrazó a su perrito y comenzó a reír.
- “¡Gracias, Mauricio! ¡Eres el mejor policía del mundo! ”
- “No, Sofía. El mejor no soy solo yo, sino también todos los que ayudaron. Siempre es más fácil resolver un problema cuando trabajamos juntos” - respondió Mauricio, guiñándole un ojo.
Pero ese día no terminó allí. Mientras se despedían de Don Ramón, un viento fuerte comenzó a soplar, y un gran cartel del centro comercial se despegaría y comenzó a volar por el aire. Mauricio, viendo el peligro, rápidamente se dio cuenta de que debía actuar.
- “¡Todos, cuidado! ” - gritó, mientras corría para intentar sujetar el cartel antes de que cayera sobre alguien.
Mauricio se lanzó hacia adelante, usando su cuerpo para detener el cartel. La gente alrededor se quedó en silencio, admirando su valentía.
Cuando todo quedó en calma, todos aplaudieron.
- “¡Eres un héroe, Mauricio! ” - gritó un niño.
- “No soy un héroe, soy solo un policía que cuida de su pueblo. Pero esto demuestra que cuando todos colaboramos, podemos mantenernos a salvo”, dijo Mauricio con humildad.
Desde ese día, la relación entre el pueblo y su policía sólo se hizo más fuerte. Los niños entendieron la importancia de la valentía, la colaboración y la amabilidad. Y Riachuelos, ese tranquilo pueblo rodeado de montañas y ríos, nunca volvió a ser el mismo.
Mauricio continuó siendo aquel policía amable y comprometido, siempre listo para ayudar y hacer sonreír a todos, recordándoles que en la unión está la fuerza.
FIN.