Mauricio y la búsqueda en las montañas


En un pueblito llamado Comitán vivía Mauricio, un niño curioso y estudioso que soñaba con explorar el mundo más allá de las montañas que rodeaban su hogar.

A pesar de su deseo de aventura, sus padres siempre le insistían en la importancia de enfocarse en sus estudios y no distraerse con juegos y travesuras como lo hacían los otros niños del pueblo. Mauricio pasaba muchas tardes encerrado en su habitación, devorando libros sobre geografía, ciencia y matemáticas.

Aunque a veces se sentía solo al no poder jugar afuera con sus amigos, sabía que cada página le acercaba un poco más a cumplir sus sueños.

Cuando cumplió 17 años, sus padres tomaron una decisión que cambiaría su vida para siempre. Lo mandaron a estudiar a la capital de Tuxtla, una ciudad llena de oportunidades y nuevos horizontes.

Mauricio estaba emocionado por la idea de conocer lugares nuevos y personas diferentes, pero también sentía miedo por alejarse de todo lo que conocía. Al llegar a Tuxtla, Mauricio se encontró inmerso en un mundo lleno de colores y sonidos desconocidos para él.

Las calles bulliciosas y los edificios altos lo abrumaban al principio, pero pronto descubrió que cada rincón guardaba secretos por descubrir y experiencias por vivir. "¡Wow! ¡Esto es increíble!" -exclamó Mauricio maravillado al recorrer las calles llenas de tiendas y personas apuradas. Poco a poco, fue adaptándose a su nueva vida en la ciudad.

Conoció a otros estudiantes con intereses similares a los suyos e incluso encontró un grupo de amigos con quienes compartía tardes estudiando o explorando museos y parques juntos.

Una tarde soleada, mientras paseaba por el parque central de Tuxtla, Mauricio se detuvo frente a una fuente donde unos niños jugaban felices entre risas y juegos.

Recordó entonces aquellos días en los que anhelaba salir con sus amigos en Comitán y comprendió que cada sacrificio había valido la pena para llegar hasta donde estaba ahora. "Nunca imaginé que ser valiente significaría dejar atrás lo conocido para abrazar lo nuevo", reflexionó Mauricio mientras observaba el atardecer pintar el cielo de colores naranjas y rosados.

Con el paso del tiempo, Mauricio se convirtió en un joven brillante y seguro de sí mismo. Se graduó con honores gracias a su dedicación constante e incansable búsqueda del conocimiento.

Sus padres estaban orgullosos de verlo convertirse en un ejemplo para otros jóvenes del pueblo. "Gracias por confiar en mí", les dijo Mauricio con una sonrisa llena de gratitud cuando regresó a Comitán después de tantos años fuera.

Y así fue como Mauricio demostró que no hay límites para aquellos dispuestos a seguir sus sueños con determinación y coraje. Su historia inspiró a muchos niños del pueblo a creer en sí mismos y atreverse a perseguir aquello que anhelan en la vida.

Y aunque el camino pudiera parecer difícil o incierto al principio, siempre vale la pena dar ese primer paso hacia lo desconocido porque quién sabe qué maravillas nos esperan al otro lado del miedo.

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