Max, el perro volador



Había una vez un perro llamado Max, que vivía en un pequeño pueblo junto a su dueña, Sofía. Max era un perro especial, tenía la capacidad de saltar muy alto y volar por los cielos.

Pero había algo que le entristecía mucho: no podía compartir su habilidad con nadie más. Un día, mientras paseaban por el parque del pueblo, Max vio a un grupo de niños jugando fútbol.

Se acercó corriendo y les ladró emocionado para que lo incluyeran en el juego. - ¡Chicos! ¿Puedo jugar con ustedes? - preguntó Max moviendo la cola. Los niños se miraron entre sí sorprendidos al ver cómo Max saltaba tan alto.

Uno de ellos dijo:- ¡Wow! Ese perro salta como si tuviera resortes en las patas. Max se sintió feliz al escuchar los comentarios sobre sus saltos, pero también triste porque no podían verlo volar.

Así que decidió hacerles una propuesta:- Si me permiten jugar con ustedes y ganamos el partido, les mostraré algo increíble después. Los niños aceptaron emocionados y comenzaron a jugar. Gracias a los saltos de Max, el equipo en el que estaba logró anotar muchos goles y ganaron el partido.

Al finalizar, todos estaban ansiosos por descubrir qué era eso "increíble" que les iba a mostrar Max. - ¡Ahora viene lo mejor! - exclamó Max sonriendo-. Preparen sus ojos para verme volar.

Max dio un salto enorme y comenzó a elevarse por los cielos. Los niños abrieron la boca asombrados al ver cómo su amigo canino volaba por encima de ellos. Max les hizo piruetas en el aire y hasta les lanzó besos desde las alturas.

- ¡Increíble! - exclamaron los niños emocionados. A partir de ese día, Max se convirtió en el perro más popular del pueblo. Todos querían jugar con él y ver sus increíbles saltos y vuelos.

Pero lo más importante es que Max enseñó a los niños una valiosa lección: la importancia de compartir nuestras habilidades especiales con los demás.

Max se dio cuenta de que no tenía sentido tener un don tan maravilloso si no podía hacer feliz a los demás con él. Así que decidió seguir mostrando sus increíbles habilidades a todos aquellos que quisieran disfrutarlas. Y así, cada vez que Max volaba por el cielo, llevaba consigo un mensaje de alegría y esperanza para todos aquellos que lo veían.

Su historia inspiradora nos enseña que debemos compartir nuestras fortalezas con los demás, porque solo así podremos hacer del mundo un lugar mejor.

Desde entonces, Max continuó saltando y volando por donde quiera que iba, dejando una estela de sonrisas en cada corazón que tocaba. Y así fue como el perro mágico demostró al mundo entero que cuando compartimos nuestras habilidades especiales, podemos hacer cosas extraordinarias juntos.

FIN.

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