Max y Lila
Había una vez, en una pequeña ciudad llena de coloridas casas y árboles frondosos, un perro llamado Max y una gata llamada Lila. Ellos vivían en la misma vecindad, pero nunca habían hablado hasta aquel día en que un nuevo gato llegó al barrio.
- ¡Miau! - dijo Lila al ver al nuevo gato, un elegante felino amarillo con ojos verdes. - ¿Quién es ese?
Max, curioso como siempre, se acercó y respondió:
- No lo sé, pero debemos averiguarlo. ¿Te gustaría ir conmigo?
Lila lo miró sorprendida. No estaba acostumbrada a salir con perros.
- ¿Por qué debería acompañarte? ¿Acaso no te parece un poco arriesgado?
- Vamos, Lila. ¡La ciudad es un lugar emocionante! Además, podría ser divertido.
Lila pensó un momento y, decidida, dijo:
- Está bien, pero si resulta ser un peligroso gato travieso, ¡tú serás el que se encargue de él!
Ambos se pusieron en marcha, investigando cada rincón de su vecindario. Al principio todo era normal: los niños jugaban a la pelota, los pájaros cantaban y las flores brillaban bajo el sol. Pero lo que no sabían era que se estaban metiendo en una gran aventura.
Mientras caminaban, llegaron a un parque donde los perros corrían detrás de sus dueños y los gatos descansaban en los bancos.
- ¡Mirá, Lila! - dijo Max señalando a un grupo de animales. - ¿Ves ese gato amarillo? ¡Es el nuevo!
Antes de que Lila pudiera decir algo, Max corrió hacia el grupo. Lila lo siguió, un poco nerviosa. Una vez ahí, el nuevo gato, que se llamaba Rocco, los saludó:
- ¡Hola! Soy Rocco. ¿Quieren jugar?
Max se emocionó, pero Lila se sintió un poco insegura.
- No, gracias. A mí no me gusta jugar con perros, - respondió. Pero Max, siempre entusiasta, dijo:
- ¡Vamos, Lila! Puede ser divertido. ¡Inténtalo!
Lila suspiró y finalmente accedió. Los tres comenzaron a jugar juntos, corriendo y saltando por el parque. Sin embargo, de repente, Rocco desapareció detrás de un arbusto.
- ¿Dónde se fue? - preguntó Lila, un poco preocupada.
- ¡Rocco! - gritó Max, pero no hubo respuesta.
Ambos decidieron seguirlo y se adentraron en un área más oscura del parque. Allí, encontraron a Rocco atrapado en una red de un artista callejero.
- ¡Ayuda! - maulló Rocco asustado.
- No te preocupes, Rocco. ¡Vamos a sacarte de ahí! - dijo Max con determinación.
Lila, aunque temerosa de la red, se unió a Max.
- Debemos encontrar la manera de liberarlo, - dijo mientras examinaba la situación.
Juntos comenzaron a tirar de los bordes de la red; Max con sus dientes y Lila con sus patas. Pero cada intento parecía fallar.
De pronto, Max tuvo una idea brillante:
- Lila, ¿y si hacemos un plan? Tú distraes al artista mientras yo libero a Rocco.
- ¡Está bien! - aceptó Lila, sintiendo que era momento de demostrar su valentía.
Mientras Lila corría hacia el artista, Max logró aflojar una parte de la red y Rocco pudo escabullirse.
- ¡Lo logré! - gritó Rocco, saltando de alegría.
- Pero… ¿y Lila? - preguntó Max mirando hacia atrás.
Lila seguía conversando con el artista, que ahora la miraba con interés. En un giro de los acontecimientos, se dieron cuenta de que al artista le encantaban los gatos y decidía soltar a su mascota, que había escapado, en cuanto Lila se lo explicó.
- ¡Sí! - exclamó Lila. - ¡Ahora podemos todos jugar tranquilos!
El artista se rió y se alejó, agradecido de que el gato se hubiera escapado. Max, Lila y Rocco se miraron, sonriendo, y decidieron continuar su aventura por la ciudad, esta vez con su nuevo amigo.
Exploraron buenos lugares: la heladería, donde disfrutaron unos deliciosos helados, y la plaza, donde encontraron a muchos otros animales que se unieron a su juego.
Desde ese día, Max y Lila se convirtieron en amigos inseparables, junto a Rocco. Aprendieron que, aunque todas las diferencias parecieran grandes, la amistad y la valentía podían crear grandes lazos en las aventuras de la vida.
Y así, los tres amigos recorrieron la ciudad, viviendo aventuras y creando recuerdos que siempre llevarían en su corazón.
FIN.