Max y los fuegos mágicos


Había una vez un perro llamado Max, que vivía felizmente con su dueña, Laura, en la ciudad de Buenos Aires.

Max era un perro muy alegre y juguetón, siempre estaba lleno de energía y no había nada que le gustara más que salir a pasear por el parque. Sin embargo, Max tenía un gran temor: los fuegos pirotécnicos.

Cada vez que escuchaba el estruendo de los cohetes o veía los destellos en el cielo, se ponía muy nervioso y asustado. Su cuerpo temblaba y buscaba refugio bajo la cama o detrás del sofá. Laura comprendía perfectamente el miedo de Max y siempre estaba dispuesta a cuidarlo durante las festividades donde se utilizaban fuegos pirotécnicos.

Ella sabía que debía protegerlo y hacerle sentir seguro. Llegó la víspera de Año Nuevo, una noche llena de luces y ruidos. Laura preparó todo para recibir el año nuevo junto a Max en casa.

Apagaron todas las luces para disfrutar del espectáculo desde la ventana sin asustar aún más al pequeño perro. Los primeros cohetes comenzaron a estallar en el cielo oscuro mientras Laura abrazaba a Max con ternura. Sin embargo, algo inesperado sucedió esa noche.

Una fuerte explosión retumbó cerca de su casa, sacudiendo las ventanas y haciendo vibrar todo el lugar. Max se asustó aún más ante aquel estruendo inesperado. Comenzó a correr desesperadamente por toda la casa buscando un lugar donde esconderse.

Laura lo siguió preocupada, intentando calmarlo. "¡Max, tranquilo! Estoy aquí contigo. No tienes por qué tener miedo. ¡Vamos a superar esto juntos!"- le dijo Laura en un tono suave y tranquilizador mientras lo abrazaba con fuerza.

Pero Max estaba demasiado asustado como para escuchar a Laura. Los fuegos artificiales continuaban explotando en el cielo, llenando de ruido y luces la noche. Fue entonces cuando Laura decidió hacer algo diferente.

Recordó que Max siempre se calmaba cuando ella le cantaba una canción de cuna antes de dormir. Sin pensarlo dos veces, comenzó a entonar una dulce melodía:"Duerme, mi querido amigo, no hay nada que temer.

Estoy aquí junto a ti para protegerte y quererte"- cantaba Laura mientras acariciaba suavemente el lomo de Max. Poco a poco, la voz suave de Laura y la familiaridad de la canción comenzaron a surtir efecto en Max.

Sus latidos del corazón se fueron calmando y sus temblores disminuyeron. Continuó cantándole durante un buen rato hasta que finalmente Max se sintió seguro otra vez. Se recostó junto a ella y cerró los ojos mientras seguían disfrutando del espectáculo desde la ventana.

A partir de ese momento, cada vez que había fuegos pirotécnicos cerca de casa, Laura sabía qué hacer para ayudar a Max: simplemente cantarle su canción favorita. Así lograban enfrentar juntos sus miedos y disfrutar de las celebraciones sin preocupaciones.

Y así fue como Max aprendió que no importa cuán aterradores puedan parecer los ruidos y las luces, siempre habrá alguien dispuesto a cuidarlo y protegerlo. Laura le enseñó que el amor y la paciencia pueden ayudarnos a superar nuestros mayores temores.

Desde aquel día, Max se sintió más valiente y confiado. Aunque todavía no le gustaban los fuegos pirotécnicos, sabía que tenía a Laura para acompañarlo en esos momentos difíciles.

Y así, juntos siguieron viviendo aventuras llenas de alegría y aprendizajes, demostrando que con amor y apoyo podemos enfrentar cualquier miedo que se cruce en nuestro camino.

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