Maxi y los Cartoneros Solidarios



Era un soleado sábado en la ciudad, y Maxi, un niño curioso de diez años, quería hacer algo especial. Había escuchado historias de un lugar llamado la villa, donde vivían muchas familias que trabajaban recolectando cartones reciclables. Maxi decidió que quería ayudar a los cartoneros que allí vivían.

Al llegar a la villa, Maxi notó que las calles eran diferentes a las de su barrio. Las casas eran pequeñas y estaban hechas de diferentes materiales. A pesar de las diferencias, había algo que le llamó la atención: la calidez de la gente. Un grupo de niños jugaba a la pelota en un espacio vacante, riendo y corriendo con felicidad.

Maxi se acercó a ellos y se presentó.

"Hola, soy Maxi. Vine a conocer la villa y ayudar. ¿Qué hacen ustedes aquí?"

"Hola, soy Tomás. Jugamos a la pelota. ¿Querés jugar con nosotros?"

Aunque Maxi estaba entusiasmado, recordó su misión de ayudar a los cartoneros.

"Me encantaría, pero primero quiero ayudar a los cartoneros. He traído algunas cosas para ellos."

Los niños lo miraron con curiosidad.

"¿Qué son los cartoneros?" preguntó Lila, una niña de pelo rizado.

"Son personas que recolectan cartones para reciclar y así ganar dinero. Quiero ayudarles en lo que necesiten".

Tomás sonrió.

"Nosotros también ayudamos, a veces traemos cartones al centro de acopio. Ven, te mostramos!"

Así que Maxi siguió a los niños hasta un pequeño taller donde había un grupo de cartoneros trabajando. Cuando entraron, un hombre mayor, de pelo canoso y manos fuertes, lo vio y se acercó.

"Hola, chicos. ¿Quién es este nuevo amigo?"

"Él es Maxi y quiere ayudarnos!" respondió Tomás con entusiasmo.

"¡Qué bien, Maxi! Ven, aquí necesitamos manos. Estamos clasificando cartones para vender. ¿Te gustaría ayudar?"

Maxi sonrió y se puso a trabajar. La tarea era más difícil de lo que pensaba. Tenía que separar los cartones por tipo y tamaño, pero con la ayuda de los cartoneros fue aprendiendo rápidamente. Después de un tiempo, Maxi se dio cuenta de una cosa:

"No sólo están recolectando para vender, también están ayudando al medio ambiente, ¿verdad?"

Los cartoneros sonrieron.

"Así es. Cada cartón que reciclamos significa un árbol menos cortado y menos basura en las calles. Es nuestro trabajo, pero también hacemos esto por nuestra tierra".

Maxi se sintió muy orgulloso de poder ayudar. Pero en un abrir y cerrar de ojos, la alegría se tornó en preocupación. El cielo se oscureció y comenzaron a caer gotas de lluvia.

"¡Oh no!" exclamó Lila, "Si llueve mucho, el taller se inundará y todos nuestros cartones se mojarán".

Maxi tuvo una idea.

"¿Y si cubrimos el taller con plásticos? Así evitamos que el agua entre".

"Buena idea!" dijo Tomás.

Todos juntos, se organizaron rápidamente. Maxi y los niños corrieron a buscar plásticos viejos y comenzaron a cubrir las ventanas y puertas del taller. Se pasaban las tiras de plástico de uno a otro. La lluvia seguía cayendo, pero lograron proteger el taller.

Al final, cuando la lluvia paró, se dieron cuenta de que habían hecho un gran trabajo. Los cartoneros estaban agradecidos.

"No sólo nos ayudaron a clasificar, ¡sino que también salvaron el taller! Gracias, Maxi" dijo el hombre canoso, con una gran sonrisa en su rostro.

"No lo hice solo, todos ayudamos" respondió Maxi, sintiendo que había creado un lazo con la villa y sus habitantes.

Esa experiencia convirtió a Maxi en un embajador de la solidaridad. Desde ese día, empezó a traer amigos a visitar la villa y aprender sobre el reciclaje y la importancia de ayudar a los demás. Años después, Maxi nunca olvidó su primer día en la villa, donde comprendió que la verdadera riqueza está en el corazón y en la colaboración.

Fin.

FIN.

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