Máximo y el Bosque Mágico
Érase una vez un niño llamado Máximo que vivía en un pequeño pueblo rodeado de un denso bosque. A Máximo le encantaba explorar y tenía un espíritu aventurero. Un día, decidió adentrarse en el bosque más profundo de lo que había hecho nunca.
"Hoy descubriré algo increíble", se dijo a sí mismo mientras cruzaba la línea de árboles.
Mientras caminaba, el sol comenzó a esconderse entre las hojas. Máximo, emocionado, no se dio cuenta de que se había alejado demasiado de casa. De repente, se dio cuenta de que estaba completamente perdido.
"Oh, no... ¿Qué voy a hacer ahora?", se exclamó, un poco asustado.
Mientras trataba de recordar el camino de vuelta, escuchó un suave murmullo. Alarmado, se dio la vuelta y vio a una pequeña hada con alas brillantes que flotaba frente a él.
"¡Hola, Máximo!", dijo el hada. "Soy Lúmina, y he estado observándote. Pareces estar perdido".
"Sí, Lúmina. No sé cómo volver a casa", respondió Máximo, tratando de no mostrar su miedo.
"No te preocupes", dijo Lúmina con una sonrisa. "Yo puedo ayudarte, pero tendrás que aprender algunas cosas en el camino".
Con un ligero movimiento de su varita, Lúmina iluminó el camino con pequeñas luces parpadeantes. Máximo siguió al hada mientras ella le enseñaba sobre las plantas y los animales del bosque.
"¿Sabías que esa flor que estás viendo se llama 'Luz de Luna'?", le dijo Lúmina. "Solo florece por la noche y tiene un gran poder mágico".
"¡Increíble!", exclamó Máximo emocionado.
Pero al poco tiempo de caminar, se encontraron con un río caudaloso.
"No sé cómo cruzar esto", dijo Máximo mirando las aguas.
"¡Confía en mí!", dijo Lúmina. "Podemos hacer que los troncos se junten y formar un puente".
Con un poco de concentración, Lúmina hizo que varios troncos flotaran y se unieran. Máximo cruzó el río con valentía.
"Qué bien, estoy aprendiendo cosas nuevas", dijo, sonriendo.
Después de cruzar, se topó con un grupo de animales del bosque que estaban en aprietos: una familia de conejos no podía salir de un arbusto espinoso.
"¡Oh, no! Tenemos que ayudarles!", dijo Máximo.
"Sí, pero primero debes ser amable y cuidadoso", le aconsejó Lúmina.
Máximo se acercó despacio a los conejos.
"No se preocupen, los ayudaré", les dijo con dulzura.
Con mucho cuidado, fue deshaciendo las ramas que atrapaban a los conejos. Cuando finalmente los liberó, los conejos saltaron felices.
- “¡Gracias, Máximo! Eres muy valiente y amable”, dijeron los conejitos de una sola voz.
Con cada lección, Máximo ganaba confianza y se sentía más seguro. Sin embargo, se dio cuenta de que la oscuridad comenzaba a caer, y aún no había encontrado el camino de regreso a casa.
Al poco tiempo, finalmente llegaron a un claro donde había un árbol enorme con luces brillantes.
"Este es el Árbol de las Respuestas", dijo Lúmina. "Si le preguntas, él podrá guiarte de vuelta a casa".
Máximo miró al árbol y, con una voz clara, preguntó:
"¿Cómo regreso a mi hogar?"
El árbol, con voz profunda, respondió:
"Sigue el camino de las luciérnagas. Ellas conocen el sendero hacia tu casa".
"¡Gracias!", gritó Máximo con entusiasmo.
Siguiendo a las luciérnagas, pronto comenzó a reconocer el terreno familiar. Finalmente, alcanzó los límites del bosque y vio a su casa iluminada a lo lejos.
"¡Lo logré!", exclamó lleno de alegría.
Delante de su puerta, se giró hacia Lúmina.
"Gracias por todo. Aprendí muchas lecciones hoy".
"No olvides ser siempre amable y curioso, Máximo. Esas son las claves para cualquier aventura", dijo Lúmina mientras se desvanecía en un destello de luz.
Máximo llegó a casa justo a tiempo para la cena. Su familia lo abrazó, aliviada de verlo de vuelta.
Esa noche, mientras se acurrucaba en su cama, pensó en todas las maravillas que había descubierto. Ya no tenía miedo de explorar, porque sabía que cada aventura le enseñaría algo valioso.
Y así, Máximo se convirtió en un gran aventurero, con mil historias que contar sobre su amistad con el bosque, el hada Lúmina y sus valiosas lecciones.
.
FIN.