Mayra y el Sueño de Ser Profe
Mayra era una joven de La Paz con un deseo ardiente en su corazón: ser profesora. Desde pequeña, le encantaba enseñar a sus amigos y compartir el conocimiento que había adquirido. Cuando escuchó sobre la Escuela de Maestros en Llica, Potosí, cerca del famoso Salar de Uyuni, decidió que era su oportunidad.
Un día soleado, Mayra llenó su mochila con libros y útiles escolares. Mirando por la ventana de su casa, se despidió de su familia y dijo:
"- ¡Hasta pronto! Volveré con muchas historias para contar!"
Tomó un bus hacia Oruro, donde todo comenzó. Al llegar, se dio cuenta de que la aventura no sería tan fácil. El camino estaba lleno de baches y las montañas parecían querer esconderla.
"- Mayra, ¿necesitas ayuda?" preguntó un hombre de barba larga al verla mirando un mapa con confusión.
"- Estoy buscando cómo llegar a Llica. Soy nueva aquí y no tengo idea de cómo hacerlo," respondió Mayra, sintiéndose un poco frustrada.
"- No te preocupes, puedo llevarte hasta el siguiente pueblo. Desde allí, podrás tomar un colectivo hacia Llica. Vamos!"
Así fue como el hombre, que se presentó como Don Ernesto, se convirtió en su guía. Mientras viajaban, Mayra le contó sobre su sueño.
"- Siempre quise ser profesor, como mi mamá. Ella me decía que enseñar es iluminar las mentes de los demás," compartió con una sonrisa brillante.
Don Ernesto asintió con la cabeza. "- Tu madre estaba en lo correcto. La educación es el camino hacia un futuro mejor. Nunca dejes de luchar por tus sueños, muchacha."
Después de una charla inspiradora, llegaron al pueblo donde pudo tomar su colectivo. Sin embargo, el viaje no había terminado. La ruta hacia Llica estaba llena de curvas y piedras.
"- ¿Es este el camino correcto?" se preguntó Mayra mientras miraba por la ventana, aterrorizada de las alturas.
Entonces, un grupo de niños que jugaban en el camino la vio. Se acercaron y uno de ellos exclamó:
"- ¡Hola! ¿Estás perdida?"
"- Un poquito. Estoy tratando de llegar a la Escuela de Maestros", confesó.
Los niños se miraron y uno de ellos, con una sonrisa traviesa, dijo:
"- Podemos ayudarte. ¡Solo sigue nuestro dedo!"
Los niños empezaron a correr, haciendo señas a Mayra para que los siguiera. Con alegría, abandonaron el colectivo y comenzaron a caminar. Fueron charlando y riendo mientras cruzaban puentes de madera y pequeños arroyos.
Al llegar a un claro, una gran vista se extendía frente a ellas: el Salar de Uyuni brillaba bajo el sol como un espejo de cristal. Mayra se detuvo, maravillada.
"- ¡Es hermoso! Nunca había visto algo así," dijo admirando el paisaje.
"- Sí, pero no hay tiempo que perder. ¡Vamos!" dijeron sus nuevos amigos.
Finalmente, tras varios giros y caminos emocionantes, llegaron a la Escuela de Maestros. La sonrisa de Mayra se amplió. Se convirtió en su hogar y en su lugar de transformación.
En su primer día como profesora, Mayra sintió un nudo en el estómago. Pero cuando vio a los niños mirándola con ojos curiosos, todo su nerviosismo se desvaneció.
"- ¡Hola a todos! Soy Mayra, y hoy comenzaremos una aventura de aprendizaje juntos!" fue lo primero que les dijo.
Los niños aplaudieron y algunos gritaron:
"- ¡Hola, Miss Mayra!"
Con cada lección, Mayra enseñaba no solo conocimientos, sino también valores de amistad y perseverancia. A través de historias y juegos, les mostró que el aprendizaje era un camino lleno de sorpresas.
Con el tiempo, Mayra se dio cuenta de que ser profesora era mucho más que enseñar. Era inspirar a sus alumnos a seguir sus propios sueños. Con el apoyo de Don Ernesto y los niños, encontró su vocación y cambiaron vidas en el proceso.
Y así, entre risas y lecciones, Mayra se convirtió no solo en una profesora, sino en una amiga y guía para sus alumnos. Cada día, alentaba a cada niño a soñar en grande, igual que ella lo había hecho.
FIN.