Melissa en la Ciudad



Melissa era una niña que vivía en un hermoso campo rodeado de extensos prados y árboles frondosos. Cada mañana se despertaba con el canto de los pájaros y el suave murmullo del viento entre las hojas. Tenía un perro llamado Roco, con quien exploraba cada rincón de la naturaleza. Pero un día, su mamá le dio una noticia que cambiaría su vida por completo.

"Melissa, ¡vamos a mudarnos a la ciudad!" - le dijo su mamá con una sonrisa.

Melissa se quedó boquiabierta. La ciudad era un lugar del que había oído hablar, lleno de luces y ruido, pero también era un lugar del que no sabía nada. Sin embargo, al ver la emoción en los ojos de su mamá, Melissa intentó sonreír.

Cuando llegaron a la ciudad, todo fue muy diferente. Las casas estaban muy juntas, las calles eran ruidosas y había muchas personas que se movían rápidamente. Melissa se sintió como un pez fuera del agua.

"¿Dónde están los árboles?" - preguntó con nostalgia, viendo solo edificios y autos.

Roco, su fiel compañero, parecía también confundido, mirando a su alrededor con sus grandes ojos.

El primer día de escuela fue una aventura que Melissa no había esperado. Sus compañeros hablaban rápido y parecían tener muchas cosas en común. Durante el recreo, se sintió más sola que nunca.

"¿Por qué no me incluyen en sus juegos?" - le comentó a Roco mientras se sentaba en una esquina.

Las semanas pasaron y su tristeza aumentaba. Un día durante la clase de arte, la maestra les pidió que hicieran un dibujo sobre su lugar favorito. Melissa se iluminó de inmediato. El campo, su lugar querido, lo vivía en su mente.

Al siguiente día, cuando todos mostraron sus dibujos, Melissa se puso nerviosa.

"No sé si les va a gustar..." - murmuró mirando a sus compañeros.

Pero cuando mostró su dibujo, que mostraba prados llenos de flores y árboles altos, todos se quedaron maravillados.

"¡Guau, eso es hermoso!" - exclamó un niño llamado Lucas, con ojos brillantes.

"¿De verdad te gusta?" - preguntó Melissa, sintiendo un calidez en su corazón.

"Sí, es muy diferente a lo que vemos aquí. ¿Por qué no jugamos a recrearlo?" - sugirió Lucas.

Melissa se sintió emocionada. Juntos, con ayuda de otros compañeros, lograron transformar el aula en un pequeño campo lleno de flores de papel y dibujos de animales. La maestra los felicitó por su creatividad y unión.

La experiencia fue tan gratificante que Melissa comenzó a abrirse más. Hizo amigos en su clase que estaban curiosos sobre la vida en el campo. Cada vez que compartía una anécdota, sus compañeros escuchaban atentamente.

"¿Tienes un perro?" - preguntó una niña llamada Anita.

"¡Sí! Se llama Roco y es muy travieso. A veces juega en el río, ¿quieren conocerlo?" - contestó Melissa, sonriendo.

Con el tiempo, invitó a sus nuevos amigos a pasar un fin de semana en el campo. Todos estaban entusiasmados por la idea de conocer un mundo diferente.

Cuando llegó el día de la aventura, el grupo se armó con bocadillos y una cámara para capturar esos momentos mágicos. En el campo, todos corrieron y jugando se divirtieron juntos, explorando y descubriendo la belleza de la naturaleza.

"Esto es increíble, cómo pueden correr tan libres aquí. ¡Quiero volver!" - decía Lucas mientras se reía al ver a Roco ladrando alegremente.

A medida que pasaron los días, Melissa empezó a sentir que su vida en la ciudad no era tan difícil. Hizo amigos, se sintió en casa y se percató que podía compartir la belleza del campo con ellos.

Mirando hacia atrás, Melissa se dio cuenta de que la vida es un continuo cambio, y cada lugar tiene su magia. Con cada nueva experiencia que compartía en la ciudad, también llevaba consigo los recuerdos del campo.

"¿Saben qué?" - les dijo un día. "La ciudad puede ser abrumadora, pero también puede ser un lugar lleno de amigas y aventuras, como en el campo."

Así, Melissa comprendió que no era necesario dejar su hogar atrás. Con el tiempo, había encontrado su lugar en la ciudad y había logrado hacer un nuevo hogar donde cada día aprendía algo nuevo. Y lo más importante, había hecho amigos que la acompañarían en sus aventuras.

"Gracias por mostrarme cómo brilla la ciudad, amigo. Cada lugar tiene su luz, ¿verdad, Roco?" - dijo Melissa mientras acariciaba a su perro, quien movió la cola alegremente, como diciéndole que todo iba a estar bien.

FIN.

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