Mellizas valientes



Había una vez dos hermanas mellizas llamadas Sofía y Martina. Eran muy parecidas físicamente, pero tenían personalidades distintas. A pesar de ser pequeñas, ya habían desarrollado un hábito que preocupaba a sus padres: no querían dormir de noche.

Cada noche era lo mismo, sus padres las acostaban temprano en su cama y les leían un cuento para que se durmieran, pero ellas seguían despiertas.

Se levantaban de la cama, jugaban con sus muñecos y hacían ruidos hasta altas horas de la madrugada. Un día, cansados de esta situación, los padres decidieron hablar con ellas seriamente sobre la importancia del sueño.

Les explicaron que el sueño es fundamental para crecer sanas y fuertes, para aprender cosas nuevas y también para estar felices durante el día. Sofía no pareció prestar mucha atención al discurso de sus padres y siguió haciendo travesuras nocturnas junto a su hermana Martina.

Pero esa misma noche algo extraño sucedió: mientras estaban jugando en la oscuridad del cuarto algo las asustó mucho. -¡Mamá! ¡Papá! -gritaron las niñas corriendo hacia la habitación donde dormían sus padres-. Hay un monstruo debajo de nuestra cama.

Los padres tranquilizaron a las niñas diciéndoles que no había nada allí abajo excepto polvo y pelusas. Pero aun así ellas no pudieron volver a dormirse esa noche. A partir de ese momento las cosas empezaron a cambiar en casa.

Las hermanas comenzaron a tener miedo de la oscuridad y no querían dormir solas en su habitación. Sus padres decidieron que era hora de hacer algo al respecto.

Así fue como instalaron una pequeña luz nocturna en la habitación de las niñas para que se sintieran más seguras. También les compraron unos peluches muy especiales, con los cuales podían hablar antes de dormir y contarles sus miedos o preocupaciones.

Poco a poco, las hermanas comenzaron a conciliar el sueño sin problemas y a descansar mejor durante la noche. Ya no se levantaban para jugar ni hacían ruidos innecesarios.

Un día, después del desayuno, Sofía le dijo a su mamá:- Mamá, ¿sabes qué? Ahora me gusta irme a dormir temprano porque así puedo soñar cosas bonitas y divertidas. La mamá sonrió feliz al escuchar esto y le dio un abrazo apretado.

Desde ese día todo cambió para bien: las mellizas se acostumbraron a dormir temprano y disfrutaban mucho más del día siguiente ya que tenían energía suficiente para jugar y aprender cosas nuevas. Y así es como termina esta historia, demostrando que el amor y la paciencia pueden ayudarnos a superar nuestros miedos e inseguridades.

Y también nos recuerda lo importante que es tener un buen descanso nocturno para poder enfrentar cada día con alegría y vitalidad.

FIN.

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