Mellizas y arañas



Había una vez dos hermanas mellizas llamadas Melina y Antonella. Ellas eran inseparables, compartían todo, incluso su habitación. Pero había algo que perturbaba a Antonella: el miedo a las arañas.

Cada noche, cuando llegaba la hora de dormir, Antonella se acurrucaba en su cama con los ojos bien cerrados y las sábanas tapando hasta su cabeza. Melina intentaba consolarla, pero nada parecía funcionar.

Un día, mientras cenaban juntos en familia, Christian notó la tristeza en los ojos de Antonella y decidió preguntarle qué le pasaba. "Papá, tengo mucho miedo a las arañas", dijo ella con un hilo de voz. "No te preocupes hija", respondió Christian con una sonrisa reconfortante.

"Yo también tenía miedo a las arañas cuando era chico". Antonella abrió sus grandes ojos azules sorprendida ante la revelación de su papá. "¿De verdad papá? ¿Cómo hiciste para superarlo?", preguntó ella curiosa.

"Bueno hija, yo aprendí que no todas las arañas son peligrosas. Algunas son amigables y nos ayudan a mantener nuestra casa libre de insectos molestos", explicó Christian. Melina escuchaba atentamente mientras tomaba un bocado de comida.

Ella nunca había tenido miedo a las arañas como su hermana menor pero estaba interesada en lo que decía su papá. "¿Y cómo sabemos cuál es peligrosa y cuál no?", preguntó Melina con curiosidad. "Bueno, hay varias formas de saberlo", respondió Christian.

"Por ejemplo, las arañas peligrosas tienen colores brillantes y patrones llamativos en su cuerpo. Además, suelen tener una forma distinta a las arañas comunes". Antonella asintió con la cabeza mientras Melina tomaba nota mentalmente de todo lo que estaba aprendiendo.

"Pero papá, ¿qué pasa si veo una araña en mi habitación?", preguntó Antonella preocupada. "No te preocupes hija", dijo Christian con una sonrisa tranquilizadora.

"Si ves una araña en tu habitación, simplemente puedes llamar a mamá o a mí para que la saquemos afuera. No es necesario matarla". Las dos hermanas escuchaban atentamente mientras sus padres les daban consejos sobre cómo lidiar con el miedo a las arañas.

Después de cenar, Christian se quedó un rato contándoles un cuento sobre un valiente aventurero que no tenía miedo de nada. Después de esa noche, Antonella ya no tenía tanto miedo a las arañas como antes.

Sabía que podía confiar en sus padres y que siempre estarían allí para protegerla. Y Melina también había aprendido mucho sobre el mundo fascinante de las arañas y cómo convivir pacíficamente con ellas.

Desde ese día en adelante, cada vez que veían una pequeña araña caminando por la pared o el piso, ambas hermanitas recordaban lo que su padre les había enseñado: todas las criaturas merecen respeto y vivir juntas en harmonía es lo mejor para todos.

FIN.

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