Melodías de Esperanza



Había una vez un niño llamado Juan, que siempre se sentía triste y desanimado porque no podía hacer las mismas cosas que los demás niños. Juan tenía el pelo chato, lo cual le daba su apodo "Juan el chato".

Un día, mientras caminaba por el parque con su hermana Ana, vio a un grupo de niños jugando fútbol.

Juan suspiró y dijo: "Me encantaría poder jugar al fútbol como ellos, pero mi pelo chato me hace sentir diferente". Ana lo miró con ternura y le dijo: "Juanito, todos somos diferentes de alguna manera. No importa cómo sea tu cabello, lo importante es ser feliz contigo mismo". Juan asintió pensativo y decidió seguir adelante.

Mientras caminaban por el parque, vieron a un señor mayor alimentando a los patos en el estanque. El señor les sonrió y les dijo: "¿Quieren ayudarme a alimentar a los patitos?".

Los ojos de Juan se iluminaron y aceptó emocionado. Durante semanas, Juan visitaba al señor en el parque para ayudarlo a cuidar de los patitos. Aprendió sobre la importancia de la paciencia y la dedicación.

Un día mientras regresaban del parque, escucharon música proveniente de una casa cercana. Era Don Pepe tocando su guitarra en su patio trasero. Juan quedó fascinado por la música y decidió acercarse para conocerlo mejor.

Don Pepe fue amable con él e incluso le enseñó algunos acordes básicos en la guitarra. A partir de ese día, Juan comenzó a practicar la guitarra en su tiempo libre. Descubrió que podía expresarse a través de la música y eso le llenaba de alegría.

Un día, mientras tocaba la guitarra en el parque, un niño llamado Lucas se acercó y le dijo: "¡Eres increíble! ¿Puedes enseñarme a tocar?". Juan sonrió y aceptó encantado. Juan descubrió que tenía un talento especial para enseñar a otros niños a tocar la guitarra.

Pronto, se formó un grupo de música en el vecindario con Juan como líder. El grupo ensayaba todos los días después de la escuela y pronto fueron invitados a tocar en una feria local.

Fue un gran éxito y todos los niños del vecindario estaban orgullosos de lo que habían logrado juntos. A medida que pasaba el tiempo, Juan se dio cuenta de que no importa cómo sea su cabello o si es diferente a los demás.

Lo importante era encontrar lo que amaba hacer y compartirlo con los demás. Desde aquel día, Juan nunca más se sintió triste por ser "Juan el chato".

Ahora era conocido como "Juan el músico" y siempre llevaba consigo su guitarra para inspirar a otros con su música. Y así, Juan aprendió una valiosa lección: no importa nuestras diferencias físicas o habilidades, lo importante es encontrar nuestra pasión y compartirla con el mundo.

FIN.

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