Melodías de superación



Había una vez un niño llamado Martín que estaba muy emocionado por asistir a un campamento de verano. Este campamento era famoso por sus divertidas y desafiantes carreras de obstáculos.

Martín había estado entrenando durante meses para poder superar todos los retos y ganar la competencia. El día finalmente llegó y Martín se encontraba en la línea de salida junto con otros niños ansiosos por comenzar la carrera.

El sol brillaba en el cielo y el ambiente estaba lleno de emoción. La señal sonó y todos los participantes salieron corriendo hacia el primer obstáculo: una pared alta que debían escalar. Martín se sentía confiado, pero al intentar subir resbaló y cayó al suelo, lastimándose las manos.

Martín sintió un fuerte dolor en sus manos y lágrimas empezaron a brotar de sus ojos.

Los entrenadores del campamento rápidamente lo llevaron a la enfermería donde le dijeron que tendría que descansar durante cinco semanas para permitir que sus manos sanaran adecuadamente. Martín estaba devastado. Pasaría todo el campamento sin poder participar en ninguna actividad, incluyendo las carreras de obstáculos que tanto esperaba. Se sentía triste y decepcionado consigo mismo.

Los días pasaban lentamente mientras Martín veía a los demás niños disfrutar del campamento, pero él no podía hacer nada más que observar desde lejos. Sin embargo, decidió aprovechar ese tiempo para aprender algo nuevo.

Un día, mientras paseaba por el campamento con vendajes en las manos, Martín escuchó música proveniente del salón de música. Se acercó y vio a un grupo de niños aprendiendo a tocar diversos instrumentos. Martín siempre había querido aprender a tocar la guitarra, así que decidió unirse al grupo.

Aunque al principio fue difícil porque no podía usar sus manos correctamente, Martín se esforzaba cada día y encontraba formas creativas de adaptarse. Pasaron las semanas y Martín comenzó a sorprenderse con su progreso en la guitarra.

Sus dedos se movían más ágiles y sus melodías llenaban el aire del campamento. Aunque aún extrañaba participar en las carreras de obstáculos, había descubierto una nueva pasión que le alegraba el corazón.

El día finalmente llegó cuando Martín recibió permiso para quitarse los vendajes de las manos. Estaba emocionado por volver a participar en las actividades del campamento, pero también sentía un poco de pena por dejar su práctica diaria con la guitarra.

Cuando llegó el momento de la gran carrera final, Martín estaba listo para dar lo mejor de sí mismo. Su experiencia tocando la guitarra le había enseñado perseverancia y determinación, cualidades que ahora aplicaría en esta carrera tan esperada.

La competencia comenzó y Martín se destacó rápidamente entre los demás corredores. Con cada obstáculo superado, recordaba cómo había superado su lesión en las manos y cómo había encontrado una nueva pasión durante ese tiempo difícil.

Para sorpresa de todos, incluyendo él mismo, ¡Martín cruzó la línea de meta como el ganador! Todos lo aplaudieron mientras recibía su medalla con orgullo. Después del campamento, Martín continuó tocando la guitarra y participando en carreras de obstáculos.

Aprendió que los desafíos pueden llevar a oportunidades inesperadas y que nunca se debe subestimar el poder de la determinación. Y así, Martín aprendió una valiosa lección: aunque las caídas pueden ser dolorosas, siempre hay algo positivo que podemos encontrar en ellas si estamos dispuestos a buscarlo.

FIN.

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