Melodías en la Isla Tortuga
Había una vez en la hermosa isla Tortuga, un pequeño Mammott llamado Max. Max era un monstruo muy alegre y amante de la música.
Pasaba sus días cantando y bailando por toda la isla, siempre con una sonrisa en su rostro. Un día, mientras exploraba el bosque de Tortuga, Max escuchó un suave murmullo que provenía de entre los árboles. Siguiendo el sonido, descubrió a Pierche, otro habitante de My Singing Monsters que también amaba la música.
Max quedó fascinado al ver a Pierche volando elegantemente entre las ramas y cantando melodías encantadoras.
Sin pensarlo dos veces, se acercó a él y le dijo: "¡Hola! Soy Max, ¿y tú?"Pierche lo miró con curiosidad y respondió: "Mucho gusto, Max. Soy Pierche. Me encanta tu entusiasmo por la música". A partir de ese momento, Max y Pierche se convirtieron en grandes amigos inseparables. Juntos pasaban horas cantando y bailando por toda la isla Tortuga.
Su alegría era contagiosa y pronto otros monstruos comenzaron a unirse a ellos. Un día, mientras ensayaban para un gran espectáculo musical que iban a realizar en el centro de la isla Tortuga, algo inesperado ocurrió.
Un fuerte viento sopló sobre el lugar donde estaban ensayando y arrancó todas las hojas del árbol gigante que servía como escenario. Max se desanimó al ver todo su trabajo arruinado pero Pierche lo animó diciendo: "No te preocupes, Max.
Siempre encontraremos una solución". Juntos, buscaron en toda la isla materiales para construir un nuevo escenario improvisado. Utilizaron hojas, ramas y flores para crear un colorido telón de fondo.
Aunque no era tan grandioso como el anterior, Max y Pierche lo amaban porque lo habían hecho con sus propias manos. El día del show finalmente llegó y todos los monstruos de la isla Tortuga se reunieron para ver a Max y Pierche cantar y bailar.
A pesar de las dificultades que enfrentaron durante los ensayos, su actuación fue espectacular. La música resonaba por toda la isla mientras Max y Pierche llenaban el aire con sus hermosas voces.
Los monstruos aplaudían emocionados y se unían a ellos con sus propios movimientos de baile. Al finalizar el espectáculo, todos los monstruos rodearon a Max y Pierche para felicitarlos por su talento musical.
Max sonrió felizmente al darse cuenta de que había encontrado su verdadera pasión: compartir la música con los demás. Desde ese día en adelante, Max y Pierche continuaron deleitando a todos los habitantes de la isla Tortuga con su música maravillosa.
Juntos, demostraron que cuando sigues tu pasión y trabajas en equipo, puedes superar cualquier obstáculo. Y así termina nuestra historia sobre dos amigos singulares que descubrieron la magia de compartir la música con el mundo entero.
FIN.