Melodías en París



Había una vez una niña llamada María que vivía en un pequeño pueblo de Argentina junto a sus padres.

Un día, sus padres tuvieron que hacer un viaje repentino a París por cuestiones de trabajo y María no pudo acompañarlos. "María, tenemos que irnos a París por unos días. ¿Te quedarás al cuidado de la vecina Rosa mientras tanto?" -dijo su mamá con preocupación.

María asintió con tristeza, despidió a sus padres en el aeropuerto y se quedó al cuidado de la amable vecina Rosa.

Los días pasaron y lo que iba a ser solo una semana se convirtió en un mes, luego dos meses y finalmente María se enteró de que sus padres tendrían que quedarse en París por mucho más tiempo. "¿Qué voy a hacer sin ellos aquí? No sé cómo sobrevivir en París sin mis papás", pensaba María angustiada. Pero María era valiente y decidida.

Recordando las historias de aventuras que solía leer con su mamá, decidió que podía enfrentar esta situación como una verdadera heroína. Así que, tomó valor y le dijo a la vecina Rosa:"Rosa, creo que puedo arreglármelas sola en París. Quiero intentarlo".

La vecina Rosa admiraba la valentía de María y decidió apoyarla en su decisión. Le enseñó algunas palabras básicas en francés, le dio consejos sobre cómo manejarse por la ciudad y le prometió estar allí para cualquier cosa que necesitara.

Así fue como María emprendió su aventura en la gran ciudad de París. Al principio todo le parecía extraño y abrumador: las calles llenas de gente, los edificios altos, el idioma desconocido...

Pero cada día iba descubriendo algo nuevo, aprendiendo a desenvolverse por sí misma y haciendo amigos en el camino. Un día, mientras paseaba por Montmartre, escuchó música proveniente de una pequeña plaza. Se acercó curiosa y vio a un grupo de artistas callejeros tocando música y pintando cuadros.

Uno de ellos se acercó a ella y le preguntó si sabía cantar. "Sí", respondió tímidamente María. El artista le ofreció unirse a ellos e improvisar una canción juntos.

Así fue como María descubrió su talento oculto para la música y comenzó a cantar frente al público reunido en la plaza. Su voz resonaba entre las calles estrechas de Montmartre y pronto atrajo la atención de los transeúntes.

Al terminar su actuación, recibió aplausos emocionados y felicitaciones sinceras. Desde ese día, María se convirtió en parte del grupo de artistas callejeros, quienes se convirtieron en su nueva familia en París.

Con el tiempo, Maria aprendió no solo a sobrevivir sino también a prosperar en esa ciudad tan distinta a su hogar. Descubrió nuevas pasiones, amplió sus horizontes culturales e incluso logró ahorrar lo suficiente para comprar un boleto de regreso para visitar Argentina cuando quisiera.

Y así fue como aquella niña valiente llamada Maria demostró al mundo (y sobre todo a sí misma) que era capaz no solo de sobrevivir sino también brillar con luz propia dondequiera que fuera.

FIN.

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