Merlín y la Niña Valiente
Era una tarde soleada en el pequeño pueblo de Verdeagua, donde todos hablaban de una cosa: el misterioso cocodrilo Merlín que habitaba la laguna. Los adultos decían que era feroz y que nadie debía acercarse, pero, con su corazón lleno de curiosidad, una niña llamada Lila decidió hacerlo.
Cuando llegó a la orilla de la laguna, Lila se sentó en una piedra que tenía vista al agua. Tenía un gran miedo, porque por más que quería saber, las historias sobre Merlín eran aterradoras. De repente, la superficie del agua comenzó a moverse.
"¿Quién se atreve a acercarse a mí?" - preguntó Merlín, asomando su cabeza y sus ojos brillantes.
Lila dio un salto, pero luego se quedó mirando al cocodrilo. No era tan grande como ella había imaginado, y su voz, lejos de ser aterradora, sonaba más bien curiosa.
"Soy Lila... solo vine a mirar" - tartamudeó la niña, manteniendo su distancia.
"¿Y tienes miedo de mí?" - inquirió Merlín, ladeando la cabeza.
Lila asintió, sin saber si seguir hablando o correr.
"Todos dicen que sos malo y peligroso" - confesó la niña.
Merlín frunció el ceño. "Eso dicen las historias, pero nunca se han acercado a conocerme. Me quedo aquí en la laguna, y nadie se atreve a ser mi amigo. ¿Cómo pueden saber quién soy sin hablar conmigo?"
Lila sintió un pequeño destello de valentía. "¿Y por qué no dejas que te conozcan?" - preguntó.
Merlín se encogió de hombros. "Lo intenté una vez, pero todos huyeron despavoridos. Nadie cree que un cocodrilo puede ser amistoso. Todos sólo ven mi apariencia y se olvidan de lo que siento adentro".
Lila lo miró a los ojos. "No creo que seas malo. Tal vez solo necesitas un amigo" - dijo, acercándose un poco más.
Merlín sonrió, aunque sus dientes eran grandes y afilados, su expresión era amigable. "¿Y si hacemos un trato? Tú me conoces y yo te muestro la laguna. Te prometo que no te haré daño".
Lila pensó por un momento, y su corazón le dijo que debía confiar. "Está bien, acepto el trato".
Así, Merlín llevó a Lila en un pequeño recorrido. Los ruidos de la laguna comenzaron a enrolarse en un canto melodioso. Merlín le mostró los nenúfares y las coloridas ranas que saltaban por los lados.
"Mirá, esos son mis amigos" - dijo el cocodrilo, señalando a las ranas.
Lila se reía al ver a las ranas saltando de un lado a otro. "No puedo creer que tengas amigos" - dijo divertida.
Merlín sonrió feliz. "Claro que los tengo. Pero como siempre estoy en la laguna, la gente no cree que yo pueda tenerlos".
Pasaron la tarde charlando y riendo, y Lila se dio cuenta de que Merlín era diferente a lo que se decía. Al anochecer, se despidieron, prometiendo encontrarse nuevamente.
Poco a poco, Lila comenzó a contarles a sus amigos sobre su nuevo amigo. Al principio, muchos no le creían, pero ella les insistía que se acercaran a la laguna. "Merlín no es malo, es amable y divertido" - decía convencida.
Con el tiempo, otros niños, intrigados por las historias de Lila, comenzaron a visitar a Merlín. Él se convirtió en el guardián de la laguna y un amigo tierno para todos. Los miedos se desvanecieron y la laguna se llenó de risas y juegos, con Merlín siempre al centro.
Y así, la niña valiente mostró al pueblo que a veces lo que más miedo da es también lo que más amistad puede ofrecer.
FIN.