Mi Escuela de Calidad



En un pequeño pueblo llamado Esperanza, había una escuelita que estaba por cumplir cien años. Era un lugar especial donde los chicos aprendían sobre matemáticas, ciencias y arte, pero la escuela estaba un poco descuidada. Las paredes estaban descoloridas, los pupitres eran antiguos y el patio estaba lleno de piedras.

Un día, un grupo de amigos, Sofía, Lucas y Tomi, se sentaron en el banco del parque después de clases.

"¿Viste cómo está nuestra escuela?", dijo Sofía con un suspiro.

"Sí, parece que necesita un poco de amor", respondió Lucas.

"¿Y si hacemos algo para cambiar eso?", propuso Tomi, emocionado.

Los amigos empezaron a pensar en ideas.

"Podríamos organizar una feria para recaudar fondos", sugirió Sofía.

"Sí, y podemos invitar a los padres y a la comunidad a participar", dijo Lucas.

"¡Y podemos realizar actividades divertidas!", agregó Tomi.

Así, los tres amigos se pusieron manos a la obra. Hicieron carteles, se pusieron en contacto con los padres y prepararon juegos, talleres de manualidades y hasta un rincón de lectura.

El día de la feria, la plaza se llenó de risas y alegrías. La gente trajo comida, donaciones y muchas ganas de colaborar.

- “¡Mirá la cantidad de gente que vino! Esto va a ser un éxito”, dijo Tomi, emocionado.

- “Sí, y todos están disfrutando de nuestras actividades”, añadió Sofía mientras pintaba la cara de un niño.

- “Creo que podremos recaudar mucho dinero para mejorar la escuela”, dijo Lucas mientras contaba las donaciones.

Sin embargo, justo cuando empezaban a ver el fruto de su esfuerzo, apareció una nube oscura en el cielo. De repente, comenzó a llover.

- “¡No, no puede ser! Todo se va a arruinar”, gritó Sofía, angustiada.

- “¡No te preocupes! Tenemos que adaptarnos”, dijo Tomi, tratando de mantener la calma.

- “Tengo una idea”, interrumpió Lucas. “¡Podemos hacer los juegos bajo la carpa del patio de la escuela! Así no se mojará nada”.

Y así fue, con rapidez, los amigos y los voluntarios trasladaron todas las actividades al patio de la escuela.

- “¡Genial! Aquí estamos a cubierto y podemos seguir con la feria”, dijo Sofía, aliviada.

- “Y la lluvia trajo más gente”, agregó Tomi, observando cómo nuevos visitantes se unían.

- “¡Mirá cómo disfrutamos! La lluvia no detuvo nuestra fiesta”, rió Lucas mientras ayudaba a un niño a lanzar una pelota en uno de los juegos.

Al final del día, lograron recaudar suficiente dinero para comenzar las mejoras.

- “Esto fue increíble”, dijo Sofía mientras recogían todo lo que quedaba.

- “Sí, lo logramos juntos”, respondió Tomi.

- “Ahora podemos ayudar a que nuestra escuela sea mejor”, concluyó Lucas con una sonrisa.

Después de meses de trabajo, la escuela fue transformada. Las paredes comenzaron a tener colores vibrantes, los pupitres nuevos y un hermoso patio lleno de plantas y flores.

- “Estoy tan orgulloso de lo que hicimos”, dijo Tomi mirando su escuela renovada.

- “No solo es nuestra escuela, es el lugar donde todos aprendemos y crecemos”, respondió Sofía.

- “Y lo hicimos juntos, con esfuerzo y dedicación”, añadió Lucas, sonriendo a sus amigos.

Desde ese día, la escuelita de Esperanza se llenó de alegría y aprendizaje, y los amigos sabían que eran parte de algo especial. Juntos, demostraron que cuando se trabaja en equipo y se tiene un buen propósito, cualquier desafío se puede superar. Pero sobre todo, aprendieron que una comunidad unida puede transformar la realidad.

Y así, cada vez que se escuchaba la risa de un niño en el patio de la escuela, se recordaba a todos que una escuela de calidad comienza con corazones que desean cambiar el mundo.

FIN.

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