Mi Familia Primero



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, una familia compuesta por cuatro miembros: Tomás, un niño curioso de diez años; su hermana Sofía, una artista de ocho años; su mamá Clara, una chef extraordinaria; y su papá, Jorge, un ingeniero apasionado por la tecnología.

Un día, Tomás volvió de la escuela con una idea brillante.

"¡Mamá, papá!" -exclamó emocionado-. "Deberíamos hacer una feria de ciencias en la plaza del barrio!"

Sofía, que estaba pintando en la mesa del comedor, levantó la vista y dijo: "¡Eso suena genial, Tomás! Podría hacer una pintura gigante sobre la importancia de cuidar el medio ambiente."

Jorge sonrió mientras arreglaba unas piezas de un robot en la mesa de trabajo.

"Podría ayudarles a construir un pequeño robot que recolecte basura, fue un proyecto en el que trabajé. Así la gente verá la importancia de cuidar nuestro planeta."

Clara, siempre apoyando las ideas de sus hijos, dijo:

"Y yo puedo preparar algunos snacks saludables para que todos estén motivados y llenos de energía durante la feria. ¡Me encanta esta idea!"

Así fue como la familia se puso a trabajar. Cada uno tenía su papel, y la casa se llenó de risas, colores y muchos experimentos. Los días pasaron, y cuando llegó el fin de semana, el sol brillaba y la plaza estaba llena de gente. La feria había despertado mucho interés en el barrio.

Pero en medio de la emoción, un giro inesperado ocurrió. Un grupo de chicos más grandes llegó a la feria. Lucían un poco intimidantes y comenzaron a reírse de los proyectos de los más pequeños.

"¿Qué les pasa, pibes?" -gritó uno de ellos-. "¡No se engañen! Esto es una pérdida de tiempo. Nadie va a querer cuidar el planeta!"

Tomás sintió un giro en su estómago.

"Pero… no es una pérdida de tiempo si todos lo hacemos juntos. Cada acción cuenta..."

La hermana de Tomás susurró: "No sé si podemos contra ellos..."

Sin embargo, un grupo de niños más pequeños se acercó. Ellos miraban con admiración a Tomás y Sofía.

"A mí me gusta lo que hicieron!" -dijo uno-. "Sí, yo quiero cuidar el planeta!"

Tomás se armó de valor y, en vez de rendirse, decidió actuar.

"Chicos, ¿quieren ayudarnos?" -les dijo a los más pequeños-. "¡Vamos a mostrarles lo que podemos hacer juntos!"

Las risas y la valentía de los más pequeños comenzaron a llenar la plaza.

Sofía, tomando sus pinceles, propuso: "¿Qué tal si juntos hacemos un mural en la pared de allá? Podemos integrarlo a mi pintura y así todos entenderemos la importancia de cuidar el mundo."

Mientras tanto, Jorge hizo funcionar el robot, que comenzó a recoger pequeños papeles que estaban en el suelo.

"Miren, ¡el robot trabaja como un equipo! Al igual que nosotros!" -gritó emocionado.

Los más grandes comenzaron a cambiar de actitud al ver cuántos chicos habían decidido unirse, y poco a poco, se acercaron.

"Uh, la verdad que eso se ve copado…" -dijo uno, mientras se acercaba al robot.

"¿Puedo probar?"

Jorge respondió:

"¡Claro, vení! Juntos podemos aprender a cuidar nuestro planeta."

Los chicos más grandes empezaron a unirse a la actividad, y la feria se llenó de movimiento y alegría. Una nueva energía envolvía a la plaza, mientras todos trabajaban juntos por la misma causa.

"Gracias por dejarnos participar!" -dijo uno de los nuevos amigos.

Sofía pintó un bello mural que representaba el planeta abrazado por manos de todos los chicos del barrio.

Cuando el sol se ocultó, la familia se reunió al final de la feria, rodeada de amigos.

"Estamos orgullosos de lo que logramos juntos" -dijo Clara, sonriendo.

"Sí, y no solo cuidamos el planeta, sino que hicimos nuevos amigos" -agregó Tomás.

"Y fuimos un gran equipo, ¡como una familia!" -concluyó Jorge.

En ese momento, Sofía sonrió y dibujó un corazón en su mural, que decía "¡Mi familia primero, y luego el mundo!"

Esa noche, la familia se fue a dormir con el corazón lleno de alegría y el compromiso de seguir trabajando para cuidar su hogar, el planeta.

FIN.

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