Mi Gato en Navidad
Era la noche de Navidad y la pequeña Sofía estaba emocionada. Había decorado el árbol con luces brillantes y adornos de colores junto a su mamá. Su gato, Pipo, un travieso felino de pelaje atigrado, observaba desde el sillón, con sus grandes ojos curiosos.
- ¡Mirá, Pipo! -exclamó Sofía mientras colocaba la estrella en la punta del árbol-. ¡Esta Navidad va a ser mágica!
Pipo, sin entender del todo lo que significaba la Navidad, saltó del sillón y comenzó a jugar con una bola de adorno que se había caído al suelo. Sofía rió y le lanzó otro juguete, mientras las luces del árbol parpadeaban, creando un ambiente festivo.
A medida que la noche avanzaba, Sofía se preparó para dejarle galletitas y un vaso de leche a Papá Noel. - Ojalá que traiga muchos regalos -dijo con una sonrisa.
Mientras se acomodaba en la cama, Sofía esperó ansiosa el sonido de los renos y el trineo. Pero lo que no sabía es que Pipo tenía otros planes. Cuando Sofía se quedó dormida, Pipo decidió explorar la casa en busca de aventuras.
Al salir del cuarto, encontró una puerta entreabierta hacia el jardín. Curioso, salió al frío de la noche.
- ¡Miau! -llamó Pipo, mientras corría suave por la nieve.
De repente, vio un grupo de niños en el jardín de enfrente, construyendo un gran muñeco de nieve. Pipo no pudo resistir la tentación y corrió hacia ellos.
- ¡Mirá qué lindo gatito! -gritó uno de los chicos.
Los niños comenzaron a acariciarlo y jugar con él. Pipo nunca había sentido tanta alegría, pero aún no había terminado su aventura. Al mirar hacia el árbol de Navidad que estaba en su casa, decidió que quería llevar un poco de esa alegría a los niños.
Salió corriendo de nuevo, pero al llegar a su casa, vio que había un pequeño problema: la ventana estaba cerrada.
- ¡Miau! ¿Cómo voy a entrar? -pensó Pipo inquieto.
Así que ideó un plan. Corrió hacia el borde del jardín, saltó y alcanzó una rama baja del árbol de Navidad. Al trepar, con mucha habilidad, logró entrar por una ventana abierta en el piso de arriba.
Sofía no sabía que su amigo animal había estado en una aventura. Cuando despertó, vio que su gato estaba en su cama, pero algo brillaba en su collar. Era una pequeña estrella dorada que había caído del árbol de los niños. Sofía la recogió y sonrió al recordar que Pipo siempre encontraba maneras de hacerla feliz.
- ¡Pipo, mirá esto! -le dijo, mientras le mostraba la estrella-. ¡La vamos a colgar en el árbol!
Cuando lo hizo, recordó lo especial que era compartir momentos con amigos, ya fueran gatos o niños. Esa Navidad, Sofía aprendió que la verdadera magia de las fiestas no está solo en los regalos, sino en la alegría de compartir y hacer felices a los demás.
El día siguiente, todo el barrio estaba lleno de risas y niños jugando. Sofía decidió preparar unas galletitas para sus amigos, junto con un plato especial para Pipo.
- Este es el mejor día de Navidad -dijo Sofía mientras veía a Pipo y a los niños correr por el jardín.
Esa Navidad, Pipo no solo había jugado, sino que también había llevado alegría a su casa y a la de otros, recordando que a veces, el mejor regalo es simplemente estar junto a quienes queremos.
FIN.