Mi gran chile



En un pequeño pueblo argentino llamado Verdurania, vivía una niña llamada Lila. Lila era curiosa, aventurera y amaba la naturaleza. Tenía un jardín en su casa donde sembraba de todo, pero lo que más le fascinaba eran los chiles. Había un viejo dicho en su familia que decía: "Un buen chile puede cambiar el mundo". Lila se preguntaba qué podía significar eso.

Un día, Lila decidió plantar un chile gigante en su jardín. "Si un chile puede cambiar el mundo, ¡imagínate lo que puede hacer uno gigante!" - dijo emocionada. Al día siguiente, cuando despertó, ¡sorpresa! El chile ya había crecido y era tan grande que cubría casi toda la casa.

"¡Mira, mamá!" - gritó Lila, corriendo hacia su madre.

"¡Es impresionante, Lila!" - respondió su mamá.

"¿Podremos hacer algo con él?" - preguntó Lila.

"Tal vez podríamos hacer una fiesta y compartirlo con los vecinos" - sugirió su mamá.

Con la ayuda de vecinos y amigos, Lila organizó una gran fiesta. Llenaron de colorido el pueblo con guirnaldas y la música sonaba a lo lejos. Pero cuando llegó el gran día, un fuerte viento sopló y, de repente, el chile comenzó a moverse. Lila y sus amigos estaban asombrados.

"¿Qué pasa, Lila?" - preguntó su amigo Tomi, con voz temerosa.

"No lo sé, pero debemos averiguarlo" - respondió Lila valiente. Juntos comenzaron a acercarse al chile que, al parecer, estaba tratando de contarles algo.

De pronto, de su interior, brotaron luces y colores, creando un hermoso espectáculo. El chile empezó a hablar: "¡Hola, Lila! He venido para mostrarte lo que un buen chile puede hacer. Cada vez que alguien comparte un chile, se generan risas, amistad y alegría".

Lila no podía creer lo que estaba escuchando. "¿En serio? ¿Un simple chile puede hacer eso?" - preguntó incrédula.

"Claro, y no solo eso. Necesitamos cuidar y respetar nuestros alimentos para que puedan crecer sanos, saludables y felices" - explicó el chile.

La movida no terminó ahí; el chile continuó: "Lila, tu espíritu de compartir ha hecho que el pueblo se una. Ahora, todos aprenderán a plantar sus propios chiles y a cuidar su jardín". Y así fue. El chile mágico enseñó a todos los niños a cultivar chiles, y cada familia en Verdurania se unió para hacer su propio huerto.

Las semanas siguientes fueron llenas de risas, aprendizaje y juegos. Los niños descubrieron lo divertido que era cultivar plantas y dejaron sus dispositivos por un tiempo para disfrutar de la tierra y la naturaleza.

Con el tiempo, los chiles de Verdurania crecieron tan bellos como el cariño que todos se tenían. En la próxima fiesta, no solo llevaron chiles, sino también ensaladas, salsas y recetas nuevas.

Por fin, la fiesta llegó a su clímax con todos juntos disfrutando de la comida y de su compañía, aprendiendo que lo que realmente cambia el mundo es la unión y el amor por lo que hacemos.

"¡Hurra por el chile gigante!" - gritó Lila, mientras todos aplaudían.

"¡Y hurra por la amistad!" - añadió Tomi.

Así, Lila y sus amigos aprendieron que a veces, las cosas más sencillas, como un chile gigante, pueden enseñarnos sobre compartir, cuidar del medio ambiente y valorar a quienes tenemos a nuestro alrededor.

FIN.

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