Mi mamá es la mejor ella
Había una vez en un tranquilo barrio de Buenos Aires, una niña llamada Sofía que creía que su mamá, Clara, era la mejor del mundo. Sofía admiraba todo lo que hacía su mamá: cocinar, contar cuentos, y hasta bailar. Cada mañana, Sofía veía a su mamá levantarse temprano, preparar el desayuno y luego salir a trabajar, siempre con una sonrisa en el rostro.
Una tarde, mientras jugaba en el parque, Sofía escuchó a sus amigos hablar sobre lo que hacía sus mamás.
- ¡La mía hace las mejores galletas del mundo! - dijo Lucas.
- ¡Y la mía juega al fútbol conmigo todos los fines de semana! - agregó Carla.
- Bueno, la mía que es la mejor del mundo - interrumpió Sofía, sonriendo con orgullo.
- ¿Pero qué hace tu mamá? - preguntó Lucas.
- Ella siempre está ahí para mí, me ayuda con mis tareas y es la mejor Cuentacuentos.
- Yo quisiera tener una mamá como la tuya - dijo Carla.
Esa noche, Sofía decidió que quería demostrarle a sus amigos que su mamá era, de verdad, la mejor. Así que le hizo una propuesta cuando se sentaron a cenar.
- Mamá, ¿puedes hacer un espectáculo de cuentos para mis amigos? - pidió Sofía, ilusionada.
- Claro que sí, Sofía. ¡Me encantaría! - respondió Clara, sonriendo con alegría.
Al día siguiente, Sofía le dijo a sus amigos en el parque:
- ¡Mi mamá va a contar cuentos para nosotros!
- ¡Qué bien! - dijo Carla.
- Sí, ¡quiero ver qué historias cuenta! - añadió Lucas.
El fin de semana llegó pronto, y Clara se preparó con entusiasmo. Decoró la sala de estar con luces de colores, hizo galletas y diseñó un pequeño escenario. Sofía estaba emocionada y llenó la sala de amigos. Sin embargo, cuando comenzó el espectáculo, algo inesperado sucedió: Clara se puso nerviosa.
- Oh, no sé si puedo hacerlo bien... - susurró Clara, mirando a su hija.
- ¡Mamá, vos sos la mejor Cuentacuentos! - la animó Sofía.
- Eso no importa, querida. Tal vez debería cancelarlo - dijo, un poco triste.
Sofía no podía permitir que eso pasara. Así que tomó la iniciativa.
- ¡Chicos, vamos a apoyarla! - dijo con determinación.
- ¡Sí! ¡Queremos escucharla! - gritaron los amigos.
Clara, al ver el apoyo de todos, se sintió más segura. Respiró hondo y comenzó a contar una historia mágica sobre un dragón que soñaba con ser un pájaro. Todos estaban fascinados y se olvidaron por completo de los nervios de Clara.
Mientras narraba, los ojos de Sofía brillaban de orgullo. Cuando Clara terminó, todos aplaudieron y gritaron:
- ¡Otra, otra!
- ¿Ven? - dijo Sofía.
- ¡Es la mejor! - sumó Lucas.
Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Sofía le agradeció a su mamá.
- Mamá, sos la mejor del mundo. No solo porque contás cuentos, sino porque mostraste que los nervios son parte de hacer algo nuevo. Me enseñaste que ser valiente es disfrutar y esforzarse.
Clara abrazó a Sofía, sintiéndose más feliz que nunca.
- Gracias, mi amor. Todos podemos ser un poco nerviosos, pero apoyar a quienes queremos nos hace fuertes.
Desde ese día, Sofía no solo supo que su mamá era la mejor, sino que también aprendió que lo importante era apoyarse mutuamente y darse la oportunidad de brillar. Juntos, siempre se animaban a ser lo mejor que podían ser, y día a día, soñaron un multiverso repleto de cuentos y aventuras.
Y así, Sofía y Clara vivieron felices, llenas de amor, risas y muchas historias por contar, siempre mostrando que ser “la mejor” no trata solo de ser perfecta, sino de dar lo mejor de uno mismo y estar ahí para quienes amamos.
Fin.
FIN.