Mi Negrito y el Viaje de la Amistad
Era un soleado día en el pequeño pueblo de Campitos, donde todos se conocían. Entre sus habitantes, había un niño llamado Pablo, conocido por todos como 'Mi Negrito'. Pablo tenía una sonrisa que iluminaba su rostro y una energía inagotable. Amaba jugar en el parque con sus amigos y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás.
Un día, mientras jugaban a la pelota, Pablo miró hacia el horizonte y preguntó:
"¿Qué hay más allá de esta colina?"
Los niños, sorprendidos por su pregunta, respondieron:
"No lo sé, nunca hemos ido allí".
Intrigado, Pablo decidió que ese mismo día organizaría una aventura para descubrir qué había del otro lado. Llamó a sus amigos:
"¡Chicos! ¿Quieren venir a conocer qué hay más allá de la colina?"
Todos se entusiasmaron.
"¡Sí! ¡Vamos!"
"Yo llevo la merienda", dijo Ana, una de las amigas de Pablo.
"Y yo el mapa", agregó Lucas, que siempre estaba preparado.
Así, los niños se pusieron en marcha. Caminaban y reían, llenos de emoción. Al llegar a la cima de la colina, Pablo exclamó:
"¡Miren!"
Al otro lado se extendía un hermoso valle lleno de flores de todos los colores y un arroyo que brillaba bajo el sol. Sin embargo, algo los sorprendió: un grupo de animales se movía inquieto, como si estuvieran en problemas.
"¿Qué les pasa?" preguntó Pablo, acercándose con cautela.
Un ciervo se acercó y les explicó:
"¡Ayuda! Un árbol se ha caído y ha bloqueado el camino hacia el río. No podemos llevar agua a nuestras familias!"
Pablo, al escuchar esto, se sintió triste por los animales.
"¡Debemos ayudarlos!"
Los niños se miraron, algunos dudarían, pero al instante se pusieron de acuerdo.
"¡Sí! ¡Vamos a ayudar!" gritaron al unísono.
Los niños trabajaron juntos. Mientras algunos empujaban la base del árbol, otros recogían ramas pequeñas y las apilaban a un lado. Pablo animaba:
"¡Eso es! ¡Un empujón más!"
Después de un gran esfuerzo, el árbol finalmente se movió lo suficiente para liberar el paso del agua.
"¡Lo logramos!" gritó Ana, dando saltitos de alegría.
Los animales, agradecidos, empezaron a saltar y a dar vueltas a su alrededor, emocionados por el trabajo en equipo de los niños.
"¡Gracias!" dijo el ciervo.
"Nunca olvidaremos su amabilidad. Nos han salvado".
Justo cuando pensaban que todo había terminado, un fuerte viento comenzó a soplar. Los niños se dieron cuenta de que las nubes se oscurecían rápidamente en el cielo.
"Vamos a refugiarnos!", gritó Lucas.
Corrieron hacia un árbol grande que les ofrecía sombra y protección. Allí, Ana sacó la merienda que había traído y les dijo:
"¿Quieren compartir algo para celebrar nuestra aventura y todo lo que hicimos?"
Todos asintieron y se sentaron en círculo, compartiendo galletas y frutas.
La lluvia comenzó a caer, pero ellos estaban bajo la protección del árbol.
"Nunca imaginé que este día tendría tanto significado", dijo Pablo llenando su corazón de alegría.
"¿Quién diría que una pequeña aventura podría convertirse en algo tan grande?", agregó Lucas.
Después de un rato, la lluvia cesó y un arcoíris apareció en el cielo. Los niños salieron de su refugio y admiraron cómo se reflejaban los colores en el arroyo.
"¡Miren eso!" exclamó Ana.
"Es un símbolo de nuestra amistad y del esfuerzo que hicimos".
Al volver a casa, cada niño se sintió un poco más especial, no solo por lo que habían logrado, sino porque habían aprendido que juntos podían superar cualquier desafío. Desde ese día, en el pueblo de Campitos, Pablo, Mi Negrito, y sus amigos no solo eran conocidos por jugar y divertirse, sino también por tener un corazón grande y dispuesto a ayudar a quienes lo necesitaban.
Y así, cada vez que miraban a la colina, recordaban que más allá de las barreras, siempre había un camino juntos, lleno de colores, amistad y grandes lecciones de vida.
FIN.