Mi Oveja en Navidad
Era la víspera de Navidad en la granja de Clara, una niña de diez años que amaba profundamente a su oveja, Pelusa. Pelusa era especial, su lana era suave como el algodón y tenía un carácter juguetón que siempre hacía reír a Clara. Esa noche, mientras el viento soplaba y las luces de Navidad parpadeaban, Clara miraba por la ventana y pensaba en cómo podía hacer de esa noche algo inolvidable para Pelusa.
— ¡Pelusa! —exclamó Clara emocionada—. ¡Vamos a preparar algo maravilloso para nuestra primera Navidad juntas!
Pelusa baló con alegría y Clara quedó encantada con la idea de sorprender a su amiga. Se puso a pensar en un regalo perfecto.
— ¡Ya sé! —dijo Clara—. ¡Haremos un pastel de manzana! A las ovejas les encanta.
Clara se puso manos a la obra. Se fue a la cocina, sacó manzanas frescas y empezó a mezclar ingredientes. Danzaba de un lado a otro mientras soñaba con la sonrisa de Pelusa al ver su regalo. Pero, cuando estaba a punto de meter el pastel al horno, escuchó un ruido afuera.
— ¿Qué será eso? —murmuró Clara. Se acercó a la ventana y al mirar, se sorprendió al ver que el campo se había llenado de luces.
— ¡Qué espectáculo! —gritó entusiasmada—. Pero, ¿quién puede estar haciendo todo eso?
Decidida a averiguarlo, Clara salió corriendo hacia el campo. Cuando llegó, se encontró con un grupo de animales del bosque que habían decorado un gran árbol con frutas y flores.
— ¡Hola! —dijo Clara—. ¿Por qué celebran?
— ¡Es la Fiesta de la Naturaleza! —respondió un conejo llamado Saltón—. Queremos compartir la alegría de la Navidad con todos los amigos.
Clara pensó en Pelusa y dijo:
— Pero tengo que llevar a Pelusa conmigo. ¡No puedo ir sin ella!
Sin pensarlo dos veces, volvió a la granja.
— Pelusa, ven, tenemos que ir a una fiesta —la llamó.
Pelusa, muy curiosa, la siguió rápido. Al poco rato, llegaron al lugar iluminado y lleno de alegría. Clara se asombró al ver lo bien que los animales se habían preparado. Había comida deliciosa y música que hacían bailar a todos.
— ¡Mirá, Pelusa! —dijo Clara—. ¡Esto es lo mejor!
Pelusa saltó feliz entre los animales y, en un giro inesperado, empezó a bailar. Todos se rieron y se unieron a la danza.
— ¡Eres una oveja ballerina! —bromeó Saltón. Clara se unió a su amiga y comenzó a bailar a su lado.
La fiesta continuó durante horas, con juegos y canciones que llenaron la noche. Pero, justo cuando Clara pensó que todo no podía ser más perfecto, un pequeño gorrión apareció volando hacia ellos.
— ¡Chicos! —gritó el gorrión—. ¡La fiesta se está acabando! ¡Todos deben regresar a sus casas antes de que amanezca!
Todos comenzaron a despedirse, algunos abrazándose y otros prometiendo verse el próximo año.
— No queremos irnos, pero tenemos que volver —dijo Clara melancólica—. Pero antes de irnos, hagamos un último deseo. Pelusa, ¿qué te gustaría pedir?
Pelusa miró a su alrededor, luego a Clara, y con un suave balido, pareció decir que solo quería seguir siendo la mejor amiga de Clara.
— Yo también, siempre serás mi mejor amiga, Pelusa. —dijo Clara con cariño.
Y así, regresaron a casa, llevándose en el corazón la alegría de una Navidad única y llena de magia. Al llegar, Clara se dio cuenta de que, aunque no había hecho el pastel, había creado un recuerdo hermoso que nunca olvidaría.
— ¡Hasta el año que viene, fiesta de la naturaleza! —gritó mientras se encerraba en casa, justo a tiempo para celebrar la Navidad con su amiga Pelusa, con la promesa de seguir viviendo aventuras juntas.
FIN.