Mi Pedacito de Mi Corazón
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía un niño llamado Tomás. Era un chico lleno de energía y alegría que siempre llevaba una gran sonrisa en su rostro. Sin embargo, Tomás tenía un secreto: creía que su corazón estaba dividido en pedacitos, y que esos pedacitos eran tan especiales que debían ser regalados a las personas que más quería.
Un día, mientras jugaba en el parque, encontró a su amiga Ana llorando en una banca.
"¿Qué te pasa, Ana?" - le preguntó Tomás.
"Perdí mi juguete favorito y no sé dónde buscarlo" - sollozó Ana.
Tomás, decidido a ayudar, pensó que podía regalarle uno de sus pedacitos de corazón para darle ánimo.
"No te preocupes, yo te ayudaré a buscarlo. Te daré un pedacito de mi corazón para que tengas fuerzas" - le dijo con convicción.
"¿De verdad?" - preguntó Ana, con la mirada un poco más esperanzada.
"Sí, pero ten cuidado, porque un pedacito de mi corazón vale mucho".
Así que comenzaron la búsqueda del juguete. Juntos recorrieron el parque, preguntando a otros niños si lo habían visto.
"¿Viste un muñeco de peluche por aquí?" - preguntó Tomás a un grupo de chicos que jugaban a la pelota.
"No, pero si querés, podemos ayudar" - dijeron ellos.
Con el apoyo de otros niños, la búsqueda se volvió más divertida. Entre risas y juegos, Ana olvidó su tristeza. Finalmente, encontraron el juguete atascado en un arbusto.
"¡Lo encontramos!" - gritó Ana con alegría.
"Yo sabía que juntos podríamos lograrlo" - dijo Tomás.
"Gracias, Tomás. ¡Eres el mejor amigo del mundo!" - respondió Ana emocionada.
Esa tarde, mientras regresaban a casa, Tomás reflexionó sobre lo que había hecho.
"¿Sabés qué, Ana? Creo que al compartir mi pedacito de corazón me siento más feliz" - confesó.
"Pero, Tomás, ¿no te quedas sin corazón si das pedacitos?" - preguntó Ana.
"No, en realidad, cuanto más comparto, más grande siento mi corazón" - respondió Tomás, sonriendo.
De repente, decidieron buscar a más amigos para compartir su alegría. Al día siguiente, se organizaron en el parque y empezaron a invitar a todos a jugar y compartir momentos.
"¡Vengan todos! Vamos a hacer una gran búsqueda de tesoros!" - anunció Tomás.
"¡Sí! Vamos a buscar el tesoro del corazón!" - gritó Ana con emoción.
Los niños corrieron a buscar cosas que los hicieran felices para traerlas al parque. Cada uno traía algo especial: dibujos, juguetes, historias.
"¡Miren esto! Traje un cuento que escribí" - dijo Lucas.
"Yo traje mis canicas, vamos a jugar con ellas" - comentó Carla.
Todos se sentaron en círculo, compartiendo lo que trajeron y disfrutando de la compañía mutua. Cada uno daba su pedacito de corazón en forma de historias, risas y juegos. Tomás se dio cuenta de que, al compartir, sus pedacitos de corazón nunca se terminaban, porque siempre había más para dar.
"¿Ven? Cuanto más compartimos, más grandote se hace" - dijo Tomás mientras miraba a sus amigos.
"¡Sí, tenemos un corazón gigante!" - exclamó Ana.
A partir de ese día, Tomás y Ana decidieron que todos los viernes sería el día del corazón, donde sus amigos se juntarían para compartir juegos y alegría.
"Vamos a organizar más actividades y juegos" - propuso Tomás.
"Podemos invitar a los más grandes también" - sugirió Ana.
Con el tiempo, el día del corazón se hizo famoso en el pueblo. Los niños esperaban los viernes con ansias, y Tomás se convirtió en un líder entre ellos, siempre promoviendo la importancia de compartir y estar juntos.
"Hoy vamos a tener una búsqueda del tesoro" - anunció Tomás.
"Y vamos a necesitar varios corazones para el tesoro!" - agregó Ana.
Y así, la vida en el pequeño pueblo cambió. Todos aprendieron que dar un pedacito de corazón no solo hacía felices a los demás, sino que también llenaba su propio corazón de alegría. Tomás había creado un lugar donde el cariño y la amistad eran el mayor tesoro.
"Gracias por enseñarme que compartir hace crecer el corazón" - le dijo Ana un día a Tomás.
"Gracias a vos por ayudarme a darlo todo" - respondió él, con una sonrisa que brillaba como el sol.
Y así, Tomás, Ana y todos sus amigos continuaron compartiendo pedacitos de corazón, haciendo del mundo un lugar más feliz. Y así, aprendieron que, aunque a veces hay tristezas, siempre hay una forma de convertirlas en risas y unión, uniendo sus corazones para siempre en una gran amistad.
FIN.