Mi Perro en Navidad
Era una hermosa mañana de diciembre en el barrio de Tigre, y todos estaban expectantes por la llegada de la Navidad. Lucas, un niño de ocho años, esperaba con ansias estas fiestas, porque cada año su familia celebraba junto a su pequeño fiel amigo, un perrito llamado Pipo. Pipo era un caniche muy travieso que siempre buscaba formas de hacer reír a todos.
A solo una semana de Navidad, mientras Lucas ayudaba a su mamá a decorar la casa con luces brillantes y adornos coloridos, tuvo una idea maravillosa.
"¡Mamá! ¿Podríamos hacer algo especial para Pipo esta Navidad?"
"Claro, Lucas. ¿Qué tenías en mente?" - respondió su mamá con una sonrisa.
Lucas pensó un momento y dijo:
"Podríamos hacerle un collar nuevo y algún juguete especial. ¡Pero además, quiero invitar a sus amigos perros a una fiesta de Navidad!"
"¡Me parece una idea genial!" - exclamó su mamá entusiasmada.
Y así comenzaron los preparativos. El día de la fiesta llegaron varios perritos: Rocco, una bulldog simpática, y Lola, una perra salchicha con una energía inagotable. Pipo estaba feliz de ver a sus amigos.
Los perros jugaron en el jardín mientras Lucas y su mamá preparaban galletitas de navidad para sus mascotas.
"Mirá cuántas galletitas hemos hecho, Pipo. ¡Van a encantarte!" - dijo Lucas, ya ansioso por ver la reacción de su perro.
Finalmente, llegó la hora de la fiesta. Los perritos recibieron sus galletitas y fueron obsequiados con los nuevos collares que Lucas había diseñado con telas de colores.
Cada perro tenía su propio collar y, al ver a todos juntos, Lucas sintió una inmensa alegría.
Pero, de repente, sucedió algo inesperado. Rocco empezó a alborotarse y, tras una nube de alegría, se escapó corriendo por el jardín hacia la calle.
"¡No, Rocco! ¡Vuelve!" - gritó Lucas, preocupado. Los amigos perros comenzaron a ladrar y corretearon detrás de Rocco.
"¡Pipo, ve a buscarlo!" - gritó Lucas.
Y así, Pipo, con su pequeño cuerpo ágil, salió disparado tras Rocco. Lucas y su mamá siguieron a los perros, mientras el corazón de Lucas latía con fuerza.
Al llegar a la calle, vieron cómo Rocco había hecho amistad con un grupo de niños que estaban jugando al fútbol.
"¡Mirá, Rocco!" - gritó uno de los chicos "¡Quedate a jugar!"
Lucas, aún un poco asustado, se acercó.
"No, chicos, Rocco tiene que volver a la fiesta. ¡Está con sus amigos!"
Pero los niños sonrieron y dijeron:
"¡Qué divertido! ¡Podemos jugar todos juntos!"
Lucas tuvo una gran idea.
"¡Claro! ¡Podemos hacer una fiesta de perros y niños!"
Así que también invitaron a los niños del barrio. Jugaron al fútbol, tiraron pelotitas a los perros, y al final, todos compartieron galletitas navideñas en un picnic improvisado.
Lucas miró a su alrededor y sintió que la Navidad era más que una fiesta: era compartir amor y alegría con todos, incluidos sus amigos animals.
Al finalizar el día, mientras todos se despedían, Pipo se sentó a los pies de Lucas, cansado pero feliz.
"¡Feliz Navidad, Pipo!" - le dijo Lucas abrazándolo "Eres el mejor perro del mundo".
Pipo movió su cola con entusiasmo, como si entendiera cada palabra. Esa noche, mientras Lucas se iba a dormir, sintió un profundo agradecimiento por tener a su perro y todos sus nuevos amigos.
La Navidad ya no sería la misma sin Pipo y sin esa hermosa lección: la alegría se multiplica cuando se comparte.
FIN.