Mi Primer Viaje a Marte
Era una soleada mañana en Buenos Aires, y Valentina, una niña de 10 años llena de curiosidad y sueños, se despertó emocionada. Hoy era el día en que viajaría al planeta Marte. Desde que había aprendido sobre el sistema solar en el colegio, su mayor deseo era ser astronauta y conocer otros mundos.
En su habitación, tenía un vistazo amplio de su propio cohete, hecho con cajas de cartón y decorado con pinturas de diferentes planetas. Su papá, un ingeniero espacial, lo había ayudado a construirlo durante el fin de semana.
"¡Hoy viajamos a Marte!" - exclamó Valentina mientras vestía su traje de astronauta, que había hecho con una vieja camiseta y un par de botas.
Su papá, sonriendo, le dijo:
"¡Eso es, Valen! Quiero que te imagines que somos astronautas en una misión especial. Alistaremos nuestra nave y nos prepararemos para despegar."
Después de un desayuno rápido, Valentina y su papá se metieron dentro de la nave de cartón.
"Contemos hasta diez y despegamos juntos: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10... ¡Despegue!" - gritó Valentina emocionada.
Mientras ‘viajaban’, la casa comenzó a transformarse. La habitación se iluminó y los dibujos en las paredes parecían cobrar vida. El sonido de motores resonaba y una suave vibración llenaba el aire.
"Mirá, Valen, ¡ya estamos en el espacio!" - dijo su papá, señalando una ventana imaginaria.
A través de esa ventana, Valentina comenzó a ver estrellas brillantes y un inmenso fondo negro.
"¿Podemos ver Marte ahora?" - preguntó con los ojos muy abiertos.
"¡Sí! Allá está, es el planeta rojo. Pero primero, tenemos que hacer una parada en la Luna para recoger a nuestro amigo, el robot explorador R2-D2."
Con mucha emoción, Valentina imaginó cómo aterrizaban en la Luna, saltando con ligereza solo con el pensamiento. De repente, una alarma sonó y su papá dijo:
"Oh no, parece que tenemos una mala conexión con la nave. Necesitamos solucionar un problema antes de seguir."
Valentina se preocupó un poco,
"¿Qué sucede, papá?"
"Parece que tenemos una fuga en el sistema de impulso. Pero no te preocupes, tenemos a R2-D2 para ayudarnos. Debemos pensar en cómo arreglarlo."
Valentina recordó lo que había aprendido sobre cómo funcionan los cohetes en su clase de ciencia.
"¡Podemos usar cinta adhesiva! Se utiliza para arreglar muchas cosas, ¡incluso en el espacio!"
"¡Gran idea, Valen!" - su papá frotó su barbilla como lo hacía cuando pensaba.
"Pero necesitamos conseguirlo primero, así que habrá que buscarlo en la Luna. ¡Vamos!"
Con un salto, Valentina e imaginaron cómo volvían a despegar hacia la Luna. Cuando aterrizaron, escucharon un rítmico sonido metálico. Desde una esquina salió R2-D2, que comenzó a pitufear mientras se acercaba.
"¡Hola, Valentina! ¡He escuchado sobre el problema!" - dijo R2-D2 con su voz robótica.
"¡R2, necesitamos tu ayuda para arreglar nuestra nave!" - dijo ella.
El robot revisó el interior del cohete con sus manos mecánicas.
"Ya sé cómo arreglarlo. Necesito un poco de cinta adhesiva y un tornillo."
Valentina miró a su papá y ambos comenzaron a buscar en el cohete de cartón, encontrando una bobina de cinta y un tornillo perdido. Después de unos minutos y con mucho esfuerzo, R2-D2 logró reparar el sistema.
"¡Listo! Ahora podemos continuar nuestro viaje a Marte. ¡Despegamos!" - anunció R2-D2.
Valentina se sintió orgullosa de haber solucionado un problema en su viaje.
"¡Gracias, R2! Ahora sí, ¡a Marte!" - gritó, llena de energía.
Finalmente, después de más diversión y aventuras en el espacio, aterrizaron en Marte. El paisaje era deslumbrante, con montañas rojas y un cielo de diferentes tonos.
"Mirá cuántas maravillas hay aquí, Valen. ¡Es increíble!" - dijo su papá mirando alrededor.
De repente, vieron pequeñas huellas en el suelo y Valentina comentó:
"Parece que hay vida. Tal vez sean marcianos. ¡Vamos a investigar!"
Con el corazón latiendo de emoción, recorrieron los alrededores y, para su sorpresa, encontraron una curiosa criatura, similar a un pequeño perro, pero de color rojo.
"¡Hola! Venimos de la Tierra. ¿Eres un marciano?" - preguntó Valentina al pequeño ser.
"Sí, soy Morky, el explorador de Marte. ¡Bienvenidos!" - respondió el marciano muy amistosamente.
Valentina y su papá se sorprendieron.
"¿Puedes enseñarnos Marte?" - preguntó Valentina.
"¡Claro! Sigamos adelante, tengo muchas cosas que mostrarles."
Juntos, Morky les mostró los hermosos paisajes de Marte, como el Valle Marineris y los gigantescos volcanes. También aprendieron sobre los misterios del planeta y cómo cuidar el medio ambiente.
"Es importante cuidar de la Tierra y de Marte. Ambos planetas son preciosos fin desde la infancia.” - les dijo Morky.
La visita se llenó de risas, descubrimientos y mucha alegría. Cuando llegó el momento de regresar, el pequeño marciano les quiso regalar un recuerdo.
"Tomen este cristal de Marte, es un símbolo de nuestra amistad. Siempre que lo miren, recordarán este viaje y lo que aprendieron sobre cuidar nuestro hogar.
Valentina, emocionada, guardó el cristal.
"¡Gracias, Morky! Te prometemos que contaremos sobre lo que aprendimos. ¡Nunca olvidaremos este viaje!"
Con un último adiós, Valentina y su papá abordaron su cohete de cartón, listos para volver a casa. Al aterrizar en su habitación, se miraron sorprendidos, como si el viaje hubiera sido solo un sueño.
"Fue real, ¿verdad?" - preguntó Valentina.
"Absolutamente. Y siempre llevarás un pedacito de Marte en tu corazón, Valen. ¡Eres una verdadera astronauta!"
Y con esa promesa, Valentina supo que algún día regresaría a Marte, no solo para explorar, sino también para cuidar de la Tierra y de los otros mundos.
La aventura por el espacio había despertado en ella el deseo de aprender y cuidar el universo, porque cada planeta era una oportunidad para descubrir algo nuevo. Y así, empezó su camino hacia convertirse en la mejor astronauta que podría ser.
FIN.