Mia y el Perro Tenista



Era un día soleado en el parque, y Mia, una niña curiosa y llena de energía, había decidido llevar su raqueta de tenis. Mientras caminaba hacia la cancha, su mirada se detuvo en un perro negro que corría felizmente detrás de una pelota. Tenía un pelaje brillante y una cola que no dejaba de moverse.

- ¡Hola, perrito! - dijo Mia con una sonrisa. - ¿Quieres jugar conmigo?

El perro se detuvo, miró a Mia y, para sorpresa de ella, hizo un pequeño salto como si dijera "sí". Mia se reía mientras el perro se acercaba, y juntos se dirigieron hacia la cancha de tenis.

Una vez allí, Mia colocó una pelota en el suelo y le dijo al perro:

- Vamos a comenzar. Yo te lanzaré la pelota, y quiero que me la traigas de vuelta. ¿Listo?

El perro asintió moviendo su cabeza y corrió tras la pelota cuando Mia la lanzó. Regresó a su lado en un abrir y cerrar de ojos, y juntos rieron de alegría.

- ¡Increíble, sos un gran jugador! - exclamó Mia.

Tras varios lanzamientos y carreras, se les ocurrió una idea divertida.

- ¿Y si hacemos un partido? - propuso Mia. - Yo seré el equipo humano y vos el equipo perrito.

El perro ladró emocionado, como si entendiera perfectamente el desafío. Así comenzó el partido: Mia servía la pelota, y el perro corría tras ella, intentando darle golpes con su hocico. La cancha se llenó de risas mientras ambos jugaban.

Pero al poco tiempo, se dieron cuenta de que algo extraño estaba ocurriendo. Un grupo de niños se acercó a la cancha, y uno de ellos, Lucas, se rió cuando vio a Mia y al perro jugando.

- Eso no es un verdadero partido de tenis - dijo burlonamente. - ¡Un perro no puede jugar!

Mia se detuvo, sintiendo que la risa de Lucas le hacía daño. Sin embargo, el perro negro, que se había detenido para descansar, levantó su cabeza y, como si comprendiera a Mia, hizo un ladrido firme.

- No te preocupes, perrito - le dijo Mia, acariciándolo. - ¡Estamos divirtiéndonos!

El perro movió su cola, y eso le dio valor a Mia.

- ¿Sabes qué? - continuó Mia, mirando a Lucas. - Jugar no siempre significa seguir reglas. A veces, lo más importante es disfrutar y pasar un buen momento.

Los otros niños se miraron entre sí, y aunque Lucas seguía escéptico, las palabras de Mia lo hicieron reflexionar.

- Bueno, quizás sea divertido para vos... - dijo Lucas, bajando un poco la guardia.

Mia vio la oportunidad y sonrió.

- ¿Te gustaría unirte a nosotros? El perro puede ser tu compañero. -

Lucas se quedó un momento sin palabras, pero al ver la emoción en la cara del perro, no pudo resistirse.

- Está bien, voy a intentarlo - dijo, acercándose a la cancha.

Los demás niños comenzaron a animarse y decidieron jugar también. La cancha se convirtió en un escenario de alegría y risas, donde cada uno, humano o perro, tenía su rol. El perro negro no solo corría tras las pelotas, sino que se convirtió en el verdadero capitán del juego.

Con cada golpe y cada ladrido, las risas continuaban y Mia se dio cuenta de algo muy importante: a veces, la diversión puede unir a las personas, incluso a aquellas que al principio parecían diferentes.

Al final del día, cuando el sol comenzaba a esconderse, todos se sentaron en la hierba, cansados pero felices. Lucas se acercó a Mia y le dijo:

- Perdoname por burlarme antes. La verdad es que jugar con el perro fue una idea genial. Muchas gracias por invitarme.

Mia sonrió y abrazó a su nuevo amigo canino.

- Gracias a vos por unirte. Este fue el mejor partido que he tenido. -

Los niños, junto al perro negro, se despidieron y se prometieron volver a jugar al tenis juntos.

Y así, el perro negro que un día jugó a tennis con Mia se convirtió no solo en su compañero de juego, sino también en el símbolo de la amistad y el respeto entre todos, demostrando que no importa cuán diferentes seamos, todos podemos divertirnos juntos.

Ese día, no solo jugaron al tenis; aprendieron que la verdadera diversión, y la verdadera amistad, no conoce límites.

FIN.

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