Micaela y el Espíritu Salvaje



Érase una vez en un pequeño pueblo llamado Maravillandia, donde todos los días eran soleados y las flores nunca dejaban de florecer. En el centro del pueblo vivía Micaela, una niña de diez años, conocida por su espíritu libre y una imaginación desbordante. Micaela adoraba explorar el bosque que rodeaba su casa, siempre buscando aventuras y tesoros escondidos.

Un día, mientras recorría su lugar favorito, encontró una cueva oculta detrás de una cascada brillante. La curiosidad la llevó a entrar y, para su sorpresa, allí encontró a ESi, un pequeño espíritu salvaje que habitaba el bosque y era conocido por su brillantez y alegría.

"Hola, ¿quién sos?" - preguntó Micaela, asombrada.

"Soy ESi, el guardián del amor y la naturaleza del bosque. Estoy aquí para cuidar de todo lo que crece y vive en este lugar mágico" - respondió ESi con una sonrisa amplia.

Micaela y ESi se hicieron amigos rápidamente. Pasaban horas hablando sobre sus sueños y deseos, y ESi le mostró a Micaela todos los secretos del bosque. Pero, un día, algo extraño ocurrió. Las flores comenzaron a marchitarse, y los animales no se veían por ninguna parte.

"¿Qué está pasando, ESi?" - preguntó Micaela con preocupación.

"Siento que alguien está haciendo algo malo para que la naturaleza se ponga triste. Debemos investigar y ayudar" - dijo ESi con seriedad.

Decididas a averiguar qué estaba pasando, Micaela y ESi se adentraron más en el bosque. Después de un rato, llegaron a un claro donde encontraron a un grupo de niños tirando basura y riendo sin preocuparse por el daño que estaban causando.

"¡Eso no se hace!" - gritó Micaela con valentía.

Los niños se dieron vuelta, sorprendidos.

"¿Qué pasa?" - preguntó uno de ellos, con desdén.

"¡Están ensuciando el lugar que debe ser nuestro hogar! Las flores y los animales necesitan este espacio limpio" - explicó Micaela.

"Pero no hay nada malo en divertirnos, no pasa nada si tiramos un poco de basura" - dijo otro niño, restándole importancia.

ESi, que había estado escuchando, se transformó en una lluvia de luces brillantes y se posó sobre la cabeza de Micaela.

"Soy ESi, el espíritu del bosque. Sin amor y cuidado, este lugar se marchitará. Necesitamos trabajar juntos para protegerlo. ¿Quieren ayudar?" - les preguntó con una voz amable.

Los niños se miraron entre ellos, sorprendidos por el brillo mágico que irradió ESi.

"No queríamos dañar algo tan bonito" - dijo uno de ellos, sintiéndose culpable.

"¡Podemos ayudar a limpiar!" - exclamó otro.

Y así fue. Micaela, ESi y los niños se unieron para limpiar el bosque. Recolectaron la basura, plantaron nuevas semillas, y cada vez que encontraban una flor marchita, la cuidaban con amor. Micaela les enseñó sobre los animales que vivían allí, y poco a poco, el espíritu salvaje del bosque comenzó a resurgir.

"¡Miren! La naturaleza nos está agradeciendo" - dijo ESi, señalando cómo las flores comenzaron a abrirse y los animales volvían a su hogar.

Al terminar, un arcoíris brilló sobre ellos, y Micaela sintió una gran alegría en su corazón. Los niños prometieron cuidar el bosque y compartir lo que habían aprendido con sus familias.

"Lo hicimos juntos, eso es amor verdadero" - dijo Micaela con una gran sonrisa.

"Sí, juntos podemos hacer que el mundo sea un lugar mejor" - contestó ESi.

Desde ese día, Micaela, ESi y sus nuevos amigos protegieron el bosque con amor, aprendiendo cada día más sobre la naturaleza y la importancia de cuidarla. Y aunque Micaela continuó explorando, siempre volvió a la cueva detrás de la cascada, donde su amigo ESi la esperaba para nuevas aventuras.

Y así, en Maravillandia, todos vivieron felices, rodeados de un bosque lleno de vida, amor y sueños.

¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!

FIN.

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