Micaela y el Ritmo del K-Pop



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Micaela. Desde que era muy chiquita, Micaela había sentido una profunda conexión con la música y la danza. Sin embargo, a diferencia de sus amigas, que preferían bailar folclore o cumbia, Micaela tenía un amor especial por el K-Pop, el enérgico y colorido estilo de baile coreano que había visto en videos en su televisor.

Un día, mientras estaba en su casa, Micaela encendió la televisión y comenzó a ver un nuevo video de su grupo favorito, BTS. Cuando los ritmos empezaron a sonar, no pudo resistirse.

"¡Eso es increíble!" - exclamó Micaela, observando atentamente cada paso, cada movimiento.

Con cada repetición, Micaela no solo miraba, sino que también se levantaba y empezaba a imitar a los bailarines. Se miraba al espejo y practicaba con dedicación.

"Mamá, ¡mirá! ¡Estoy aprendiendo a bailar como ellos!" - gritó entusiasmada.

Su mamá la miró sonriendo, aunque un poco preocupada.

"Eso está genial, Mica, pero hay que tener cuidado, no vayas a lastimarte."

Pasaron los días y Micaela se volvía cada vez mejor en el baile, pero el baile K-Pop no era muy popular en su escuela. Un día, decidió enseñarle a sus amigas un par de pasos que había aprendido. Convenció a sus amigas para que fuera a su casa un fin de semana.

"Chicas, ¿quieren aprender a bailar K-Pop conmigo?" - les preguntó Micaela con una sonrisa amplia.

"No sé, Mica, eso no es lo que bailamos... Es muy diferente" - contestó una de ellas, aunque su curiosidad estaba despierta.

Pero Micaela no se desanimó y puso uno de sus videos favoritos.

"Miren esta parte, es muy fácil. Solo hay que seguir el ritmo. ¡Vamos!" - les propuso con entusiasmo.

Al principio, las chicas se sentían un poco torpes, pero a medida que la música sonaba, sus risas llenaban la habitación. Después de un rato, comenzaron a disfrutarlo.

"¡Esto es divertido!" - dijo una de ellas.

"¡Sí! ¡Micaela, sos una gran maestra!" - agregó otra.

Con el tiempo, el grupo de amigas empezó a practicar juntas. Al principio lo hacían en casa, pero luego decidieron presentar un baile en la fiesta de fin de año escolar. Micaela estaba emocionada, pero un poco nerviosa.

"¿Y si a nadie le gusta nuestro baile?" - preguntó, sintiéndose insegura.

"Es nuestra pasión, Mica. Lo importante es que lo disfrutemos. ¡Vamos a brillar!" - le respondió una de sus amigas.

El gran día llegó. En la fiesta, el auditorio estaba repleto, y Micaela sintió un cosquilleo en el estómago.

"¡Chicas, disfrutemos del momento!" - dijo, al borde de la emoción.

Las luces se apagaron y comenzó a sonar la música. Micaela y sus amigas comenzaron a bailar. Al principio, ella sentía que estaba en un sueño, todo estaba en movimiento, su cuerpo seguía el ritmo sin esfuerzo. Las sonrisas de sus amigas le daban fortaleza, y el aplauso de los compañeros alentaba su confianza.

Cuando terminaron, el auditorio estalló en aplausos. Micaela estaba radiante.

"¡Lo hicimos!" - gritaron sus amigas.

"¿Vieron? ¡Esto es solo el comienzo!" - respondió Micaela, sintiendo que finalmente su amor por el K-Pop había inspirado a otros. Desde ese día, Micaela entendió que ser fiel a su pasión podía abrir puertas y unir a otras personas a su alrededor.

Micaela continuó practicando y aprendiendo, y poco a poco, el K-Pop se volvió más popular en su escuela. Juntas, sus amigas y ella organizaban talleres de baile y eventos donde podían compartir su amor por este estilo. Micaela se convirtió en un ejemplo de perseverancia y alegría. ¡No importaba de dónde venía, lo que importaba era el ritmo que llevaba dentro!

FIN.

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