Michi Cenicienta y la Magia de la Amistad
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una adorable gatita llamada Michi. Michi era la mascota de una niña llamada Sofía, que siempre la trataba con amor y ternura. Pero el problema era que Sofía vivía con su madrastra, la señora Martínez, quien no era nada amable y siempre hacía que Michi realizara todas las tareas difíciles de la casa.
Un día, la señora Martínez anunció que haría una gran fiesta para celebrar su cumpleaños, e invitó a todo el vecindario, menos a Michi.
"Michi, vos no podés venir. Tenés que limpiar la casa y preparar todo para mis invitados", dijo la señora Martínez sin mirarla.
Michi, triste y cansada, se dedicó a cumplir con su tarea, mientras soñaba con asistir a la fiesta y jugar con otros gatos. En ese momento, una figura mágica apareció frente a ella. Era su hada de la amistad, Clara, una pequeña hada con alas de colores.
"No llores, querida Michi. ¡Yo te ayudaré!", dijo Clara.
Michi se sorprendió y respondió:
"¿Pero cómo? No puedo ir a la fiesta, la señora Martínez no me deja."
"No te preocupes. ¡Usaremos un poco de magia!", sonrió Clara. Con un toque de su varita, la casa se transformó: los muebles se llenaron de hermosos adornos, y la cocina se decoró con luces brillantes.
"¡Guau! Esto es increíble, pero, ¿y yo?", preguntó Michi.
"¡No te olvides! Necesitamos que te veas espectacular para que todos te acepten en la fiesta. ¡Vamos a prepararte!", dijo el hada mientras comenzaba a lanzar polvos mágicos.
Con un destello brillante, Michi se convirtió en una elegante gatita con un hermoso vestido de gala y una tiara deslumbrante. Deslumbrada por su reflejo, exclamó:
"¡Es hermoso! Pero, ¿y si la señora Martínez se entera?"
"Dejame eso a mí. Ahora vamos a la fiesta", le contestó Clara.
Sin pensarlo, Michi salió corriendo hacia la fiesta. Al llegar, todos los gatos y animales del vecindario estaban disfrutando y jugando. Ella se unió a ellos, y todos quedaron fascinados por su belleza y alegría.
"¡Mirá! ¡Es Michi!", gritó un gato llamado Félix.
"¡Qué linda te ves!", agregó otra gata llamada Luna.
Sin embargo, en medio de la diversión, la señora Martínez apareció y se sorprendió al ver a Michi allí.
"¡Michi! ¿Qué haces aquí? ¡Regresa a casa ahora mismo!",
Pero en lugar de asustarse, Michi se mantuvo firme.
"No, señora Martínez. Yo también tengo derecho a disfrutar de la vida, al igual que todos estos gatos."
El lugar quedó en silencio. Los otros gatos comenzaron a murmurar y a quedarse de la mano con Michi.
"¡Es cierto! Todos merecemos ser felices", afirmó Félix.
"Sí, ¡no te dejaremos sola!", añadió Luna.
La señora Martínez se sintió entre la espada y la pared. La presión de los demás animales la hizo reconsiderar.
"Está bien, Michi. Puedes quedarte, pero solo esta vez", dijo azorada la señora.
Michi sonrió y celebró con sus amigos, disfrutando de la fiesta como nunca antes. Al final de la noche, Clara apareció de nuevo, agradecida por la valentía de Michi.
"¡Has demostrado que la amistad y el valor son más importantes que cualquier otra cosa!", dijo Clara.
"Ahora, siempre que necesites ayuda, piensa en mí, y yo estaré allí."
Michi, que había aprendido sobre la importancia de la amistad y de hacerse escuchar, regresó a casa con su corazón lleno de alegría y nuevo valor.
"Gracias, Clara. Entonces a partir de hoy, no seré más la gatita invisible de la casa. ¡Viviré mi vida a mi manera!"," se despidió Michi feliz.
Y así, Michi y Sofía forjaron un lazo aún más fuerte, y la señora Martínez aprendió a apreciar a la pequeña y valiente gatita. Desde ese día, las fiestas de cumpleaños incluyeron a todos, porque todos merecían ser parte de la celebración.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.