Michin y su Sueño de Volar



Érase una vez un gato llamado Michin que vivía en una hermosa casa de campo. Michin era un gato muy especial, no le gustaban los ratones como a los demás gatos. A él solo le gustaba comer peces frescos y beber agua cristalina del arroyo que cruzaba el jardín. Michin siempre decía:

"Si como ratones, se me va a dañar mi hermoso pelaje."

Cada día, después de haber disfrutado de su festín de peces, se asomaba a la ventana de su casa y contemplaba a los pájaros que volaban alto en el cielo. Michin suspiraba y soñaba con tener alas.

"¿Cómo será volar?", se preguntaba mientras veía a las aves hacer piruetas en el aire.

Un día, mientras se asomaba a la ventana, escuchó un leve trino. Mirando con atención, vio a un pequeño colibrí que se posó en una flor cercana.

"Hola, pequeño amigo. ¿Cómo haces para volar?", le preguntó Michin con curiosidad.

"Es fácil! Solo debes tener fe y dejarte llevar por el viento. Pero, ¿por qué querrías volar, Michin?", respondió el colibrí.

"Quiero ver el mundo desde las nubes, sentir la libertad que tienen ustedes. Aquí, en el suelo, solo como pescado y bebo agua. Yo quiero más. ¡Quiero volar!",

El colibrí se quedó pensativo y dijo:

"Quizás no necesitas alas para sentirte libre. A veces, la libertad está en nuestra manera de ver el mundo."

Un poco confundido, Michin pensó en esto mientras miraba al colibrí alejarse. Esa noche, mientras soñaba, una idea brillante cruzó su mente. Decidió que, si no podía volar, podría explorar el mundo de otra manera.

Al día siguiente, Michin se puso su mejor corbata y salió de casa. Emprendió un pequeño viaje por el bosque. Primero, se encontró con una rana que saltaba de un lado a otro.

"¿Dónde vas, Michin?", le preguntó la rana.

"Voy a descubrir el bosque. Quiero conocer todo lo que hay fuera de mi ventana."

La rana sonrió y lo acompañó.

Juntos, descubrieron un arroyo lleno de peces de colores, mariposas que danzaban en el aire y flores que nunca había olfateado. Michin, cada vez más emocionado, se dio cuenta de que su mundo era mucho más grande de lo que había imaginado.

Caminando más lejos, encontró una colina desde donde podía ver todo el valle. Se sentó en la cima y exclamó:

"¡Miren todo lo que hay! ¡Este lugar es maravilloso!"

Aquel viaje hizo que Michin se sintiera tan alto como los pájaros que veía volar. Comprendió que no necesitaba alas para sentir la libertad. La aventura lo había llenado de nuevos amigos y experiencias.

Cuando regresó a casa, el colibrí lo había estado esperando. Al verlo llegar, se acercó y le dijo:

"¿Vas a volver a soñar con volar?"

"No, ahora sé que puedo ser libre en mi forma de ser y vivir mis aventuras aquí en la tierra."

Y así, desde ese día, cada vez que Michin se asomaba a la ventana y veía a los pájaros volar, no sentía tristeza, sino una profunda alegría por el hermoso mundo que había descubierto.

"¡Gracias, amigo colibrí! Ahora sé que puedo ser feliz aquí, en mi casa, donde el agua es cristalina y los peces bailan en el arroyo."

Y así, Michin aprendió que la libertad y la felicidad no se encuentran solo en volar, sino en vivir y explorar el mundo que lo rodea, por muy pequeño que sea.

Desde ese momento, siempre invitaba a sus amigos a descubrir juntos cada rincón del bosque, dejando volar su imaginación y disfrutando de cada día como una nueva aventura. Así, Michin nunca dejó de soñar, pero también aprendió a volar en su corazón.

FIN.

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