Midas y el Cuento Mágico
Había una vez un niño llamado Midas que vivía en una hermosa ciudad. Midas no sólo era un niño muy inteligente, sino que también era millonario y tenía muchas cosas materiales. Sin embargo, su mayor tesoro era un cuento mágico que le habían narrado cuando era pequeño. Cada vez que lo leía, su imaginación volaba.
Un día, Midas decidió ir al parque a disfrutar de la tarde y llevar consigo su cuento favorito. Se sentó en un banco bajo un frondoso árbol y comenzó a leer. Al sumergirse en la historia de un héroe que ayudaba a los demás, lo invadió una profunda reflexión.
"¿Por qué, aunque tengo tanto, no ayudo a los que tienen menos?" - murmuró para sí mismo.
En ese momento, un grupo de niños del barrio apareció jugando cerca de él. Algunos de ellos llevaban ropa un poco desgastada y se reían mientras compartían una pelota.
"¿Pueden prestarme la pelota?" - preguntó Midas, con una sonrisa.
"¡Claro!" - respondió uno de los niños. Pero al lanzar el balón, Midas se dio cuenta de que el grupo se reía y casi nunca jugaban uno con el otro.
"Muchachos, ¿por qué no jugamos juntos?" - sugirió Midas con entusiasmo.
"No podemos, no tenemos una pelota" - dijo uno de los chicos.
Algo en el corazón de Midas se movió. Así que, pensativo, decidió que era hora de hacer algo diferente.
"Tengo una idea. Voy a comprar una pelota y un montón de juegos para que podamos divertirnos todos juntos" - anunció Midas. Los niños lo miraron sorprendidos.
"Pero eso es mucho dinero. ¿De verdad harías eso?" - preguntó una niña.
"Sí, sé que jugar juntos será mucho más divertido que jugar solos. Así que vamos a mi casa y elegiré algunas cosas para compartir" - dijo Midas.
Los niños se miraron entre sí, llenos de alegría, y siguieron a Midas hacia su mansión. Cuando llegaron, Midas les mostró su enorme sala de juegos y les dijo:
"Elijan lo que quieran. Todo esto es para que podamos divertirnos juntos".
Los niños comenzaron a probar juegos, a reírse y a hacer un verdadero bullicio. Por primera vez, Midas sentía una felicidad diferente, una felicidad que no se trataba de tener cosas, sino de compartir momentos.
Con el tiempo, Midas se convirtió en parte del grupo y juntos comenzaron a hacer actividades en el parque, donde todos los niños del barrio podían unirse. Pero eso no fue suficiente para Midas. Se dio cuenta de que ayudar a los demás no sólo se trataba de darles cosas, sino también de escuchar sus historias y conocer sus sueños.
Un día, mientras jugaban, un niño se acercó a Midas con los ojos brillantes. "Midas, me gustaría ser fotógrafo cuando sea grande, pero no tengo una cámara". "¿Por qué no hacemos un club de fotografía?" - sugirió Midas emocionado. Juntos, comenzaron a reunir materiales y aprendieron a crear cámaras con cartones y lente de botellas.
Así nació el Club de Fotografía del Parque, donde todos podían participar y expresar su creatividad. La alegría se multiplicaba en cada encuentro y Midas comprendió que las mejores cosas en la vida no se compran con dinero. Un día, un niño del grupo le dijo:"¡Midas, gracias! Nunca pensé que podría hacer fotos. Esto es lo más divertido que me ha pasado".
Midas sonrió y respondió: "El verdadero tesoro es la amistad y compartir lo que uno tiene. ¡Nunca lo olviden!".
Aquel parque se llenó de risas, creatividad y magia. Midas había encontrado su verdadero propósito: crear un mundo donde todos pudieran brillar. Y aunque seguía disfrutando de su cuento mágico, sabía que la verdadera aventura estaba en trabajar juntos y disfrutar la felicidad de los demás.
Desde entonces, Midas nunca dejó de buscar maneras de ayudar a otros y compartir su alegría, demostrando que el dinero puede comprar cosas, pero no puede comprar lo más valioso: la solidaridad y la amistad.
FIN.