Miel, la perrita dorada
Había una vez una perrita golden retriever llamada Miel, que vivía en una hermosa casa con un jardín enorme donde le encantaba jugar al frisbie. Miel era la perrita más cariñosa y juguetona que puedas imaginar. Siempre estaba saltando de un lado a otro, con su pelaje dorado brillando bajo el sol. Sus juguetes favoritos eran un caballo de peluche y un patito, a los que cuidaba como si fueran sus propios cachorros.
Una tarde soleada, Miel y su dueña, Ana, fueron al parque para disfrutar de un día de diversión. Mientras corrían y jugaban, Miel demostraba su destreza atrapando el frisbie en el aire y llevándolo de vuelta con una sonrisa perruna en su rostro.
- ¡Miel, atrapa! -gritaba Ana mientras lanzaba el frisbie con entusiasmo.
Con gracia y agilidad, Miel saltaba para atrapar el frisbie una y otra vez, haciendo piruetas en el aire que dejaban a todos los presentes asombrados. Después de un rato, Miel se acercó a Ana con el frisbie en la boca y le dio un besito en la mejilla.
- ¡Eres la perrita más maravillosa del mundo, Miel! -exclamó Ana, abrazando a su fiel compañera.
De repente, escucharon un llanto proveniente de los arbustos cercanos. Miel corrió hacia el sonido y encontró a un pequeño cachorro perdido, temblando de miedo.
- ¡Pobrecito! ¡Debe estar asustado! -dijo Ana con preocupación.
Miel se acercó al cachorro con cuidado y le dio besitos en la carita, demostrándole que no tenía nada que temer. Con cariño y dulzura, Miel guió al cachorro de vuelta a su madre, quien lo esperaba ansiosa.
- Eres una heroína, Miel. Siempre ayudando a los demás con tu amor incondicional -dijo Ana, orgullosa de su valiente perrita.
Desde ese día, Miel se convirtió en la protectora del parque, ayudando a todos los animalitos que necesitaban de su amor y cariño. Y así, entre juegos, sonrisas y besitos, Miel demostró que el amor puede hacer del mundo un lugar mejor para todos.
FIN.