Miguel, el niño egoísta que aprendió a compartir



Miguel era un niño muy especial. Aunque era inteligente y talentoso, tenía un problema: no sabía compartir con los demás. Siempre quería tener todo para él solo, sin importarle los sentimientos de los demás niños.

Un día, en el parque, Miguel estaba jugando con su pelota favorita cuando se le acercó Sofía, una niña simpática que también quería jugar. "Hola Miguel, ¿puedo jugar contigo?" -preguntó Sofía con una sonrisa amigable.

Miguel miró a Sofía de arriba abajo y respondió con arrogancia: "Lo siento, pero esta pelota es mía y no quiero compartirla". Sofía se entristeció por la respuesta de Miguel y se alejó triste.

Ese mismo día, mientras caminaba por el parque buscando algo más divertido para hacer, Miguel encontró un viejo árbol en medio del campo. El árbol lucía triste y solitario. Curioso por saber más sobre ese árbol abandonado, Miguel decidió acercarse a investigar.

Cuando llegó cerca del árbol escuchó una voz suave que parecía venir desde las ramas. "¿Quién está ahí?" -preguntó Miguel asombrado. La voz respondió: "Soy el Espíritu del Compartir".

Miguel quedó sorprendido al oír esto y preguntó: "¿El Espíritu del Compartir? ¿Qué es eso?"El espíritu explicó: "Soy alguien que enseña a las personas cómo compartir cosas buenas con los demás y así hacerlos felices".

Miguel se dio cuenta de que había cometido un error al no compartir su pelota con Sofía y le pidió disculpas al Espíritu del Compartir. "Lo siento mucho, Espíritu del Compartir. No sabía lo importante que era compartir con los demás". El espíritu sonrió y dijo: "No te preocupes, Miguel.

Todos cometemos errores, pero lo importante es aprender de ellos y cambiar nuestras acciones". El Espíritu del Compartir decidió darle una segunda oportunidad a Miguel y le otorgó un don especial.

A partir de ese momento, cada vez que Miguel compartiera algo con alguien, recibiría el doble de alegría y diversión. Miguel regresó al parque emocionado por su nueva habilidad. Corrió hacia Sofía, quien todavía estaba triste por la respuesta anterior de Miguel. "Sofía, lamento mucho haber sido egoísta antes.

¿Quieres jugar conmigo ahora?" -preguntó Miguel sinceramente. Sofía se sorprendió pero aceptó encantada la invitación. Jugaron juntos durante horas y ambos se divirtieron mucho más gracias a la generosidad de Miguel.

A medida que pasaban los días, Miguel comenzó a comprender lo maravilloso que era compartir con los demás. Dejó de pensar solo en sí mismo y empezó a ayudar a sus amigos sin esperar nada a cambio.

Poco a poco, todos los niños del barrio notaron el cambio en el comportamiento de Miguel y quisieron ser sus amigos porque sabían que siempre podrían contar con él para cualquier cosa. Con el tiempo, Miguel se convirtió en un niño muy querido por todos.

Aprendió que compartir no solo hacía felices a los demás, sino que también lo hacía feliz a él. Desde aquel día en el parque, Miguel se convirtió en el niño más generoso y amable de todo el vecindario.

Y todo gracias al Espíritu del Compartir, quien le enseñó una valiosa lección sobre la importancia de compartir con los demás. Y así, Miguel vivió felizmente compartiendo su alegría y amistad con todos los niños del barrio para siempre.

FIN.

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