Miguel y el secreto de los libros mágicos
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Lectora, donde todos los habitantes vivían rodeados de libros y palabras.
En este lugar mágico, la lectura era algo tan común como respirar y todos disfrutaban de sumergirse en las páginas de sus historias favoritas. Miguel era un niño curioso que siempre estaba buscando nuevas aventuras.
Un día, mientras paseaba por la plaza del pueblo, vio a un grupo de niños reunidos alrededor de un anciano sabio que contaba cuentos. Intrigado, Miguel se acercó y escuchó con atención cómo el anciano narraba historias increíbles sobre dragones, princesas y mundos lejanos.
Al terminar su relato, el anciano miró a Miguel y le dijo:"¿Te gustaría descubrir mundos fantásticos sin salir de tu casa?"Miguel asintió emocionado, ansioso por saber más. "Entonces debes aprender el arte de la lectura", continuó el anciano. "En los libros encontrarás puertas hacia universos inimaginables".
Sin perder tiempo, Miguel corrió hacia la biblioteca del pueblo y pidió prestado su primer libro. Se sentó bajo un árbol y comenzó a leer con avidez.
A medida que avanzaba en la historia, sintió cómo las palabras cobraban vida frente a sus ojos y lo transportaban a lugares nunca antes explorados. Día tras día, Miguel devoraba libros enteros, dejando volar su imaginación y alimentando su espíritu curioso.
Pronto se convirtió en un experto lector que podía viajar a cualquier parte del mundo sin moverse de su silla. Pero un día, cuando ya creía haberlo visto todo, Miguel descubrió un libro muy especial escondido en una estantería polvorienta de la biblioteca.
Al abrirlo, una luz brillante iluminó sus ojos y una voz misteriosa susurró:"Para desbloquear los secretos de este libro deberás resolver tres acertijos". Emocionado por el desafío, Miguel se dispuso a resolver los acertijos con ingenio y valentía.
Cada página que giraba revelaba pistas ocultas que lo llevaban más cerca del tesoro escondido entre las letras. Finalmente, después de muchas horas de concentración y aventuras literarias, Miguel resolvió el último acertijo y el libro reveló su mayor secreto: una historia escrita por él mismo.
En cada página encontró sus propias palabras plasmadas con tinta brillante. Con lágrimas en los ojos por la emoción, Miguel comprendió entonces el verdadero poder de la lectura: no solo permitirle explorar nuevos mundos sino también crearlos desde su propia imaginación.
Desde ese día en adelante, Miguel siguió leyendo y escribiendo con pasión infinita; inspirando a otros a descubrir el maravilloso universo que se esconde detrás de cada página escrita.
Y así fue como Miguel se convirtió en el guardián de las historias perdidas y encontradas; llevando consigo el legado eterno de la lectura para compartirlo con todos aquellos dispuestos a abrir un libro y dejarse llevar por las palabras hasta donde su imaginación pueda alcanzar.
FIN.