Miguel y la voluntad divina
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un niño llamado Miguel que era conocido por su bondad y su espíritu servicial.
Desde muy pequeño, Miguel mostraba un interés especial por ayudar a los demás y siempre estaba dispuesto a dar una mano a quien lo necesitara. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, Miguel escuchó una voz suave que le dijo: "Miguel, estoy contento con tu generosidad y tu buen corazón.
Siempre estás dispuesto a ayudar a los demás y eso me alegra mucho". Miguel se sorprendió al principio, pero luego sonrió y respondió: "Gracias, Dios. Siempre trato de hacer lo correcto y de ayudar a quienes lo necesitan".
Desde ese día, Miguel se propuso cumplir la voluntad de Dios en todo momento. Cada día se levantaba temprano para ayudar en casa sin quejarse ni pedir nada a cambio.
Ayudaba a sus vecinos con las tareas del hogar, cuidaba de los animales enfermos y plantaba árboles en el bosque. Un día, mientras regresaba del colegio, Miguel encontró a un pajarito herido en el camino.
Sin dudarlo un segundo, lo recogió con cuidado y lo llevó a su casa para curarlo. Pasó días alimentando al pajarito con paciencia hasta que finalmente pudo verlo volar libre nuevamente. "¡Qué bueno eres Miguel! Has salvado la vida de este pequeño pajarito", dijo su mamá orgullosa.
"Solo hice lo que sentí en mi corazón que era lo correcto", respondió Miguel con humildad. Con el tiempo, la fama de la bondad de Miguel se extendió por todo el pueblo e incluso más allá.
Muchas personas acudían a él en busca de ayuda o consejo sabiendo que siempre encontrarían una mano amiga dispuesta a colaborar. Un día llegó al pueblo una noticia preocupante: un incendio forestal amenazaba con arrasar todo a su paso.
Todos entraron en pánico sin saber qué hacer para detener las llamas que avanzaban rápidamente hacia sus hogares. Miguel recordó las palabras de Dios que le decían: "Confío en ti para hacer lo correcto".
Sin dudarlo ni un instante, corrió hacia el bosque donde todos temían entrar e inició la tarea de apagar el incendio utilizando solo baldes llenos de agua. Con esfuerzo y valentía logró controlar las llamas antes de que llegaran al pueblo.
La gente no podía creerlo; habían subestimado la capacidad del pequeño Miguel para enfrentarse al peligro y protegerlos a todos. "¡Eres nuestro héroe!", exclamaron todos emocionados. "Solo hice lo que sentí en mi corazón que era lo correcto", respondió Miguel sonriendo modestamente.
Desde ese día, cada vez que alguien necesitaba ayuda o consuelo recurría a Miguel sabiendo que siempre encontraría comprensión y apoyo incondicional.
Y así fue como aquel niño bueno y obediente conquistó no solo los corazones de los habitantes de Villa Esperanza sino también el corazón mismo de Dios con su nobleza y entrega desinteresada hacia los demás.
FIN.