Miguelito y la Misión de las Sonrisas



En el brillante y colorido reino de Dentilandia, donde todo está hecho de caramelos y gelatinas, un pequeño ratón llamado Miguelito Pérez servía con orgullo a la corona de sonrisas. Miguelito tenía una misión muy especial: recolectar los dientes más relucientes que los niños pudieran ofrecerle a través de una euphorica risa. En Dentilandia, cada diente reluciente representaba una sonrisa, y cada sonrisa era un tesoro que mantenía la felicidad del reino.

Una mañana radiante, mientras el sol resplandecía sobre los castillos de golosinas, Miguelito recibió un mensaje urgente de la reina sonrisas, la dulce Reina Caramelita.

"- ¡Miguelito! ¡Ven aquí rápido!" llamó la Reina Caramelita, con voz melodiosa.

“- ¿Qué ocurre, Majestad? -” respondió Miguelito, con su colita nerviosa moviéndose de un lado a otro.

“- La alegría del reino está en peligro. Algunos niños han dejado de reír, y las sonrisas también se están marchando. Sin sonrisas, no habrá dientes relucientes para recolectar. Debes ir al mundo exterior y hacer reír a esos niños. ¡Necesitamos que Dentilandia brille de nuevo! -”

Miguelito, con su corazón valiente y su espíritu decidido, se puso su pequeña capa mágica y emprendió su aventura. "- ¡Voy a hacer reír a todos los niños que pueda!" exclamó.

Al llegar al primer vecindario, Miguelito encontró a un niño llamado Lucas que estaba muy triste, sentado en la vereda.

“- ¿Por qué tan serio, Lucas? -” preguntó Miguelito con preocupación.

“- Porque he perdido mi diente y no sé qué hacer... -” suspiró Lucas.

Miguelito pensó rápidamente y decidió contarle un chiste:

“- ¡Escuchá este! ¿Qué le dice un pez a otro pez? ¡Nada!"

Lucas, sorprendido al principio, no pudo evitar sonreír. Pronto, una risa contagiosa brotó de él. “- ¡Es verdad! ¡Qué divertido! -” dijo Lucas, y su diente brillante se asomó entre risas. Miguelito, feliz por su éxito, dijo:

“- Bien hecho, Lucas. ¡Cada sonrisa cuenta! -” y recogió el diente reluciente.

Continuó su camino, visitando a más niños, pero no todos respondían igual. En una casa, conoció a una niña llamada Valentina, que se reía mucho, pero no quería entregar su diente.

“- ¡Hola, Valentina! -” saludó Miguelito.

“- ¡Hola, ratón Pérez! -” respondió ella mientras daba saltitos de alegría.

“- ¿Me das tu diente? ¡Quiero llevarlo de vuelta a Dentilandia! -” pidió Miguelito.

“- Bueno, si haces malabares con caramelos primero. -” le retó Valentina.

Miguelito, un pequeño mago de los caramelos, aceptó el reto y empezó a hacer malabares mientras el viento soplaba a su alrededor. Los caramelos rebotaban y caían, mientras los niños se reunían a su alrededor, riendo y disfrutando del espectáculo. Al final, Valentina estalló en una risa contagiosa que resonó hasta el cielo.

“- ¡Genial, Miguelito! -” exclamó Valentina mientras entregaba su diente reluciente. "- ¡Te lo gano a todos!"

Con cada risa, Miguelito recolectó dientes de los niños y devolvió alegría al reino. Sin embargo, cada día los niños estaban más felices, pero algunos aún permanecían tristes. Miguelito decidió hacer un gran festival de la risa en el parque central, invitando a todos los niños.

“ - ¡Niños de Dentilandia, los invito a un festival de la risa! -” anunció Miguelito al llegar al parque. "- Habrá sorpresas, caramelos y unos espectáculos divertidísimos. "

El día del festival fue el más hermoso en mucho tiempo. Los niños llegaron de todas partes, riendo y disfrutando. Miguelito hizo malabares, contó chistes, y hasta organizó juegos.

“- ¡Vean cómo baila la gelatina! -” gritó mientras una gelatina se ponía a bailar y todos los niños estallaban de risa.

Al final del día, Miguelito subió al escenario y con un brillo especial en sus ojos dijo:

“- Recuerden, amigos, cada risa y cada diente brillan como el sol. ¡Sigamos haciendo reír al mundo! -”

Y así, con cada sonrisa recolectada y cada diente brillante, Miguelito llevó la alegría de vuelta a Dentilandia mostrando que a veces, lo único que se necesita es un resentido cariño y una buena risa para cambiar el día.

La reina Caramelita, al ver el resultado, sonrió más que nunca, asegurando a todos que nunca dejarían de reír. La felicidad volvió a brillar en Dentilandia, y Miguelito, el ratón Pérez, se convirtió en el héroe de la risa para todos los niños del reino.

Con su misión cumplida, prometió seguir viajando a donde fuera necesario, porque sabía que en cada esquina del mundo siempre había alguien que necesitaba una sonrisa.

FIN.

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