Mikel y la Luz de la Amistad
Había una vez, en un pequeño pueblo, un niño llamado Mikel que nació con algunos rasgos que lo hacían diferente. Tenía unos ojos grandes y rojos y pequeñas astas en su cabeza. A pesar de que era un niño amable y cariñoso, sus compañeros no lo comprendían. "¡Mirá al chico raro!"- decían. "No te acerques a él, es un demonio"- susurraban las niñas. Mikel se sentía solo y triste.
Un día, mientras caminaba por el parque, se encontró con una niña llamada Lucía. Era alegre y tenía una risa contagiosa. Cuando ella lo miró, no vio lo que los demás veían. "Hola, yo soy Lucía. ¿Quieres jugar conmigo?"- le preguntó. Mikel, sorprendido, respondió tímidamente. "¿De verdad?"-
Desde ese momento, Mikel y Lucía se hicieron amigos inseparables. Pasaban horas jugando, riendo y explorando el mundo juntos. "Tus ojos son distintos, pero son hermosos"- decía Lucía. "Gracias, nunca pensé que alguien pensara eso"- respondía Mikel, sintiendo una chispa de esperanza.
Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, Lucía comenzó a escuchar rumores entre sus compañeros. "¿Cómo puedes jugar con ese chico? Es raro, puede traernos mala suerte"- le decían. Lucía se sentía dividida. "No importa lo que digan, Mikel es mi amigo"- contestaba, pero las palabras de sus compañeros comenzaban a hacer mella en su corazón.
Un día, Mikel decidió prepararle una sorpresa a Lucía. Con mucho esfuerzo, recolectó flores del bosque y escribió una carta que decía: "Eres la mejor amiga que podría tener, gracias por aceptarme como soy"-. Con su pequeña sorpresa en mano, fue a buscarla, pero al llegar, la vio hablando con otros niños.
"¿De verdad creías que yo iba a seguir siendo amiga de un demonio?"- dijo Lucía, riéndose con los otros niños. Mikel sintió que su corazón se rompía. "¿Por qué?"- preguntó, temblando. "Porque todos piensan que eres un extraño, y no quiero que me vean contigo"- respondió Lucía, intentando ocultar su inseguridad.
Mikel, con lágrimas en los ojos, se dio la vuelta y se alejó. No podía creer que la persona en quien más confiaba lo hubiera traicionado. Sin embargo, un día, mientras estaba sentado por el río sintiendo tristeza, los animales del bosque lo rodearon, como si quisieran consolarlo. Ahí, Mikel se dio cuenta de algo importante: "No necesito la aprobación de los demás, lo que importa es cómo me siento yo mismo"- se dijo.
Decidió que ya no dejaría que la opinión de otros lo lastimara. Con mucho esfuerzo, comenzó a ayudar a sus vecinos y a mostrarles su bondad. Se volvió un niño querido en el pueblo, y poco a poco, sus compañeros empezaron a ver más allá de su apariencia.
Un día, Lucía se acercó tímidamente. "Hola, Mikel... He estado pensando... Me equivoqué al juzgarte"- dijo con voz temblorosa. Mikel la miró sin rencor. "Está bien, Lucía. Todos cometemos errores, pero he aprendido que lo más importante es ser uno mismo"- respondió. "Me gustaría ser tu amiga nuevamente, si me dejas"- dijo Lucía.
Mikel sonrió y respondió: "Siempre hay espacio para una nueva amistad"-. Así, poco a poco, reconstruyeron su relación, pero Mikel se dio cuenta de que no necesitaba a nadie que lo validara para sentirse bien consigo mismo.
Desde ese día, Mikel siguió brillando con su luz única e inspirando a todos a su alrededor, demostrando que la verdadera amistad acepta las diferencias y que ser uno mismo es la mayor fortaleza. Y así, el pueblo aprendió que la amistad no se basa en lo que veas por fuera, sino en lo que hay en el corazón.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.