Miki y el Malvado Gato Gris
En un tranquilo barrio de Buenos Aires, vivía una pequeña gata llamada Miki. Era muy curiosa y juguetona, pero había una sombra en su corazón: un malvado gato gris que siempre estaba al acecho. Miki solo escuchaba las historias que sus amigos, los pájaros y los ratones del barrio, contaban sobre el temible felino. Sus ojos amarillos brillaban con malicia y siempre hacía alguna travesura.
Una tarde, mientras Miki jugaba con una mariposa en el parque, escuchó un rugido distante.
"¡Ese debe ser el gato gris!" - suspiró Miki, temblando.
Decidió regresar a casa, pero antes de llegar, vio un grupo de ratones temerosos reunidos en una esquina del parque, murmurando entre ellos.
"¿Qué les pasa, amigos?" - preguntó Miki, acercándose.
"El gato gris ha robado nuestro queso favorito. ¡Estamos muy asustados!" - dijo uno de los ratones, con lágrimas en sus ojos.
Miki sintió una punzada en su corazón. Sabía que tenía que hacer algo, pero su miedo era más fuerte que su valentía. Sin embargo, recordó que había un lugar donde todos se reunían para hablar de sus dudas y encontrar soluciones: el árbol más grande del barrio.
Decidida a enfrentar sus temores, Miki fue al árbol. Allí encontró a su amiga la lechuza, que siempre les daba buenos consejos.
"Miki, ¿qué te preocupa?" - preguntó la lechuza con su voz suave.
"Soy muy miedosa, y el gato gris roba a los pobres ratones. Quiero ayudar, pero no sé cómo" - respondió Miki, mirando al suelo.
"La valentía no significa no tener miedo, sino hacer lo correcto a pesar de él" - dijo la lechuza. "Siempre puedes buscar aliados. ¡No tienes que hacerlo sola!".
Con esas palabras en mente, Miki decidió reunir a sus amigos. Voló a los árboles para avisar a las aves y corrió por todos lados para juntar a los ratones. Convocaron una reunión en el parque para planear un plan contra el malvado gato gris.
Pronto, se juntaron en el parque un gran número de animales: pájaros, ratones, e incluso una tortuga que había escuchado los rumores. Juntos empezaron a pensar en una estrategia.
"¡Podríamos distraerlo con un gran festive de queso!" - sugirió un ratoncito.
"¡Sí! Y mientras él está comiendo, podemos recuperar el queso que se llevó" - agregó un pájaro.
"Pero, ¿cómo haremos que el gato gris venga?" - preguntó Miki.
Todos miraron a Miki, que, aunque temerosa, se sintió agradecida por la confianza que le otorgaban. Así que, con un poco de inseguridad pero también de emoción, decidió que organizarían una fiesta con mucho queso cerca del escondite del gato gris.
Esa noche, justo cuando la luna iluminaba el cielo estrellado, comenzaron a comprar quesos de diferentes tipos y los pusieron en una mesa festiva en el parque. Se aseguraron de que todo estuviera listo, y luego enviaron a uno de los pájaros más valientes a invitar al gato gris.
Pronto, el gato gris llegó a narices en alto, atraído por la promesa de un banquete. Cuando lo vieron, Miki sintió que su corazón latía muy rápido, pero recordó las palabras de la lechuza.
"¡Hola, gato gris!" - gritó el ratoncito. "Estás invitado a una gran fiesta de quesos. ¡Ven a disfrutar!".
El malvado gato gris se acercó, intrigado por la invitación. Aunque mantenía su postura altanera, la idea de un festín le gustaba. Al llegar al parque y al ver la mesa llena de quesos, sus ojos amarillos se iluminaron.
Mientras el gato gris se abalanza sobre el queso, Miki y sus amigos se movieron sigilosamente hacia el escondite del gato, donde se encontraban todos los quesos robados.
Una vez allí, notaron que el malvado gato no estaba en su casa, pues estaba más preocupado por la comida. Así que trabajaron juntos, cargando los quesos robados y regresándolos a los ratones del barrio.
Cuando el gato gris terminó su festín y se dio cuenta de que algo estaba mal, salió enojado de su escondite. Pero para entonces, Miki y sus amigos eran un equipo unido и ya habían devuelto todo lo que había sido robado.
Enfurecido, el gato gris decidió no volver a hacer travesuras. Había aprendido que, aunque podía robar, era mucho más divertido compartir y ser parte de una comunidad. Así que se despidió de Miki y sus amigos con un leve gruñido.
Con el tiempo, Miki se dio cuenta de que con un poco de valentía y la ayuda de sus amigos, había podido enfrentar su miedo y ayudar a los demás. Desde ese día, Miki no volvió a sentir miedo del gato gris, porque entendió que la verdadera fuerza está en la unión y la amistad.
Y así, en el barrio, vivieron felices, aprendiendo que la valentía y la amabilidad pueden cambiar la forma en que vemos a los demás.
FIN.