Mila, la mona valiente



Era una vez en lo alto de un frondoso árbol en la selva, una monita llamada Mila. Su vida transcurría felizmente junto a sus padres, quienes se dedicaban a enseñarle todo sobre la naturaleza y a jugar con ella en la copa de los árboles. Pero un día, el aire se volvió más denso y la risa de Mila se apagó. Sus padres habían decidido separarse.

"Papá, ¿por qué ya no viviremos todos juntos?" - preguntó Mila, con una lágrima en el ojo.

"A veces, los adultos toman decisiones difíciles, Mila. Lo importante es que seguimos queriéndote mucho" - respondió su papá, acariciándole la cabeza.

"Y yo los quiero a ustedes" - dijo Mila, sintiendo que su corazón estaba un poquito roto.

Con el tiempo, Mila tuvo que adaptarse a la nueva realidad. Pasaba una semana con su papá y otra con su mamá. A pesar de que ambos la amaban, la monita sentía que algo faltaba. Extrañaba la alegría de tener a sus dos papás juntos.

Un día, mientras exploraba el bosque, conoció a un grupo de animales, todos con historias de separaciones y nuevas uniones.

"¡Hola! Soy Mila, ¿quiénes son ustedes?" - preguntó con curiosidad.

"Yo soy Lobo, y mis papás también están separados, pero descubrí que tengo dos casas llenas de amor" - dijo el lobo, moviendo su cola.

"¡Eso suena genial!" - exclamó Mila.

"Yo me llamo Lía, y mis papás viven en la misma charca, pero tienen diferentes tiempos para estar con nosotros" - agregó una ranita.

Mila se sintió reconfortada al escuchar las experiencias de sus nuevos amigos. Volvió a casa esa noche, preocupada y a la vez esperanzada. Se sentó con su mamá y le dijo:

"Mamá, ¿podemos hacer algo especial a la semana que viene? Sería lindo tener un día para unir a papá y a vos también, aunque vivamos en casas diferentes".

"¡Buena idea, Mila!" - respondió la madre, sonriendo.

Pronto llegó el día de la gran reunión. Mila se encargó de preparar un picnic junto a sus dos padres, y con la ayuda de sus amigos, llenaron el lugar de globos, flores y risas.

"¡Sorpresa!" - gritaron todos al unísono cuando sus papás llegaron al lugar Eufóricos. Mila se sintió como si fuera parte de una gran historia de unión.

El día resultó ser maravilloso. Todos compartieron anécdotas, se rieron y jugaron. En ese momento, Mila comprendió que no tenía que elegir entre sus papás, sino que podía amar a ambos por igual. La reunión culminó con un baile improvisado que hizo reír a todos.

"Esto es lo mejor que hemos hecho en mucho tiempo" - dijo su papá, mientras giraba a Mila en el aire.

"Definitivamente, hay que repetirlo más seguido" - añadió su mamá, sonrojada de alegría.

Gracias a su valentía y predisposición, Mila hizo entender a sus padres que el amor que se tenían no se apagó, aunque sus caminos se separaron. Juntos aprendieron que la familia no siempre se mide en la cantidad de casas, sino en el profundo amor que se comparte.

A partir de aquel día, Mila se convirtió en un puente entre sus padres, organizando encuentros y manteniendo unida a su pequeña familia. Las semanas transcurrieron, y la monita nunca dejó de sonreír, porque entendió que la felicidad no dependía de estar juntos todo el tiempo, sino de construir momentos que perduran.

Con el corazón lleno, Mila gritó al viento:

"¡Soy una mona valiente y tengo una familia especial!"

Los ecos de su risa se deslizaron entre los árboles, recordando a todos que el amor siempre encuentra la manera de estar presente, sin importa la forma que tome.

Y así, Mila aprendió que cada final es solo el comienzo de una nueva aventura, llena de amor y, sobre todo, de alegría.

Desde ese día, todos los animales de la selva se sentían inspirados por la valentía de Mila y comenzaron a compartir sus historias, creando un espacio lleno de amistad y apoyo, donde la diversidad de familias se celebraba todos los días.

Así fue como Mila, la mona valiente, hizo de su dolor una fuerza que unió a todos, recordándoles a todos que el amor nunca termina, solo se transforma.

FIN.

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