Mila la Mona y el Gran Cambio



Había una vez en la selva, una monita llamada Mila. Era una monita muy juguetona y alegre, siempre llena de energía, pero un día, todo cambió. Sus padres, la mamá Mona y el papá Mono, decidieron que ya no podían vivir juntos y anunciaron su separación.

"Mila, tenemos que hablar contigo", dijo la mamá Mona un jueves por la tarde, con voz suave pero seria.

"¿De qué se trata?", preguntó Mila, sintiendo un nudo en su pancita.

"Tu papá y yo hemos tomado una decisión importante. Vamos a vivir en casas diferentes", explicó la mamá Mona.

Mila no entendía por qué sus papás ya no estarían juntos. Se le llenaron los ojos de lágrimas y, con voz temblorosa, preguntó:

"¿Por qué?"

"A veces, los adultos necesitan tomar caminos distintos para ser felices. Pero queremos que sepas que siempre te amaremos y estaremos aquí para vos", respondió el papá Mono que había llegado justo a tiempo para escuchar la conversación.

Con el corazón herido, Mila se sintió confundida. Pero decidió hacer un esfuerzo por entender.

Unos días después de la separación, la mamá Mona llevó a Mila a visitar a su abuela, que vivía en un lugar hermoso, repleto de árboles frutales y ríos cristalinos.

"¡Mirá cuántos mangos!", exclamó la abuela mientras le señalaba los árboles.

"¡Son enormes!", dijo Mila, olvidando por un instante su tristeza.

Esa tarde, mientras disfrutaban de un delicioso batido de mango, la abuela le contó una historia de su propia vida.

"Sabés, querida, yo también pasé por momentos difíciles. Pero aprendí a encontrar alegría en las pequeñas cosas y a ser fuerte. La vida continúa y siempre hay sorpresas esperándote".

Con esas palabras resonando en su cabeza, Mila decidió que podía encontrar su propia forma de ser feliz. De día paseaba por la selva, explorando, jugando con otros animales y haciendo nuevos amigos.

Un día, mientras trepaba una gran rama con su amiga Lila, la loro, Mila escuchó un ruido raro.

"¿Escuchaste eso, Mila?", preguntó Lila.

"Sí, parece una pelea. Vamos a ver", dijo Mila curiosa.

Al acercarse, vieron a dos pequeños jinetes de la selva discutiendo sobre quién tenía el mejor juego de la liana.

"¡Mi juego es mejor!", gritó Rocco, un pequeño perro de la selva.

"¡No, el mío!", respondió la ardilla Sofía, muy enojada.

Mila pensó que era una buena oportunidad para aplicar lo que había aprendido de su abuela. Se acercó y dijo:

"Muchachos, ¿y si todos jugamos juntos? Podemos hacer una competencia divertida en las lianas!"

"¿De verdad?", preguntó Rocco, un poco dudoso.

"Sí, ¡vamos a divertirnos!", propuso Mila con una sonrisa.

Así, Mila, Rocco y Sofía hicieron equipos y comenzaron a jugar juntos. La selva se llenó de risas y gritos de alegría. Mila podía sentir cómo su corazón se aligeraba.

Poco después, cuando llegó a casa, vio a su mamá y a su papá pasar unos momentos juntos en la selva.

"Hola, Mila", saludó el papá Mono.

"Hola, papá. ¡Hoy jugué con Rocco y Sofía! Fue genial", respondió la monita emocionada.

Ambos padres sonrieron al ver lo feliz que estaba su hija.

"Me alegra que estés descubriendo cosas nuevas y haciendo amigos", dijo la mamá Mona.

"¡Sí, me siento feliz!", exclamó Mila, dándose cuenta de que no todo estaba perdido.

Los días pasaron, y aunque Mila extrañaba a veces tener a sus papás juntos, descubrió que el amor de ellos seguía presente, aunque vivieran en casas diferentes. Siempre había un abrazo, una palabra de aliento y sobre todo, un deseo de que su hija fuera feliz.

Y así, Mila la mona, aprendió que la vida puede cambiar, pero lo importante es adaptarse, ser valiente y encontrar la alegría en cada rincón de la selva y en el corazón de quienes la rodean.

FIN.

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