Mila y el Arcoíris de la Amistad
Mila era una monita muy especial que vivía en la Gran Selva Amarilla. Desde que era muy pequeña, había sido feliz con sus papás, los cuales siempre jugaban y se reían juntos. Pero un día, algo cambió. Ella sintió en su corazoncito que las cosas no estaban como antes. Sus papás, durante semanas, se hablaban en susurros y se miraban con tristeza.
Luego de algunos días, sus papás se sentaron con ella.
"Mila, tenemos algo importante que contarte", dijo su mamá con una voz suave.
"Sí, filhita, nosotros nos hemos decidido a separarnos", agregó su papá, quien parecía muy serio.
Mila no entendió del todo qué significaba eso.
"¿Separarse? ¿Significa que ya no estarán juntos y que no seré feliz nunca más?" preguntó, sintiendo las lágrimas asomarse a sus ojos.
"No, mi amor, eso no es así", explicó su mamá.
"Aunque no vivamos juntos, te seguiremos queriendo igual. Siempre serás nuestra monita especial", añadió su papá.
Mila sintió un nudo en su estómago, pero a la vez, un pequeño rayo de esperanza creció en su corazón. A los días se mudó con su mamá a una parte diferente de la selva, llena de flores y ríos cantores. Pero a veces, todo lo nuevo era aterrador. La primera noche, Mila suspiró al mirar la luna:
"¿Y si me olvido de cómo son sus abrazos?" pensó.
Pasaron los días y Mila decidió que tenía que hacer algo. Entonces, un día, mientras paseaba por el río, encontró a sus amigas: Lila la rana, y Nacho el tucán.
"Hola, Mila, ¿estás bien? Te hemos extrañado mucho!" dijo Lila.
"Vine a jugar, pero... no sé si quiero. Mis papás…" comenzó a explicar.
"Ah, ya entendí", interrumpió Nacho.
"A veces, los papás pasan por cosas difíciles, pero eso no significa que no puedan quererte", agregó Lila.
Mila se quedó pensando.
"¿Y qué podría hacer para sentirme mejor?" preguntó.
Lila sacó su tamborcito.
"¡Hagamos una fiesta!" propuso ella.
"¡Sí, y vamos a hacer una cinta del arcoíris con nuestros colores favoritos! Sería genial tener algo que nos recuerde lo divertidos que somos juntos", dijo Nacho emocionado.
Así, juntas comenzaron a crear una hermosa cinta de colores vibrantes, cada una representando un sentimiento especial. Mila eligió el amarillo por la felicidad, el azul por la confianza, y así, poco a poco, formaron un arcoíris con los colores del amor y la amistad.
Pasaron semanas llenas de juegos y risas, y Mila aprendió que su familia, aunque diferente, seguía siendo una fuente de amor. Un día decidió hacer una visita a su papá.
"Hola, papá, traigo un regalo para vos. Mirá, esta es la cinta del arcoíris de la amistad. Cada color cuenta una historia sobre nuestro amor."
Su papá, emocionado, abrazó a Mila con fuerza.
"¡Es hermosa! Gracias, Mila. Te prometo que siempre estaré aquí para vos. Aunque no viva en el mismo lugar, tu corazón siempre tiene un lugar especial para mí."
Mila sintió que su corazón se llenaba de alegría al darse cuenta que el amor no se medía por la cercanía, sino por los momentos compartidos. Aprendió que aunque su familia ahora era un poco diferente, eso no significaba que su vida no pudiera ser plena y feliz.
Juntas, Mila, Lila y Nacho vivieron aventuras en la selva, descubriendo que la amistad y el amor eran más fuertes que cualquier cambio. Con cada nuevo día, Mila comprendió que los lazos que unían a su familia siempre estarían presentes, pase lo que pase.
Y así, rodeada de amor, Mila siguió creciendo, plantando semillas de esperanza y colores en su vida, cada día más alegre y maravilloso.
Mila entendió que a veces las cosas no salen como uno quiere, pero siempre pueden surgir nuevas oportunidades para ser feliz y encontrar amor.
Y así, en la Gran Selva Amarilla, Mila vivió muchas aventuras con la sonrisa en el rostro y el corazón lleno de amor, aprendiendo a navegarlas con sus amigos y familia.
Fin.
FIN.