Milagros y Agustín, los Comelones Aventureros



Era un día soleado en la pequeña ciudad de San Alegría, y dos amigos inseparables, Milagros y Agustín, estaban disfrutando de su aventura diaria. A Milagros le encantaban las frutas y los dulces, mientras que Agustín se perdía entre las pizzas y los pasteles. Pero había algo que los unía: su insaciable amor por la comida.

"¡Hoy vamos a comer más que nunca!"- exclamó Agustín, con sus ojos brillando como si hubiera visto el mejor postre del mundo.

"Sí, pero... no se nos puede ir la mano", respondió Milagros, recordando la última vez que comieron mucho y terminaron rodando por el parque.

Sin embargo, la promesa de un día de comilonas era demasiado tentadora, así que decidieron ir a la feria de la ciudad, donde se celebraba el Festival de las Comidas Deliciosas. Había stands con todo tipo de manjares: empanadas, helados, churros, y hasta una competencia de quién comería más perros calientes.

"Mirá, Agustín, ¡hay una competencia de hot dogs!"- dijo Milagros, señalando el puesto más ruidoso.

Los amigos se acercaron y se inscribieron, listos para demostrar que eran los reyes del apetito. Pero justo antes de que comenzara la competencia, una abuelita que vendía empanadas se les acercó.

"¿Chicos, quieren probar mis empanadas? Son las mejores de toda San Alegría"- les ofreció sonriendo.

"¡Claro!"- respondieron al unísono, olvidándose momentáneamente de los hot dogs.

Después de devorar un par de empanadas, Milagros miró a Agustín y dijo:

"Quizá deberíamos pensar en lo que vamos a comer en el próximo stand. No quiero repetir el papel de pelota de fútbol como la otra vez."

Agustín asintió, pero al ver un stand de helados, sus ojos se iluminaron.

"Pero, ¡mirá! Hay un helado de triple chocolate. ¡No puedo resistirme!"- dijo, corriendo hacia allá.

Mientras tanto, Milagros trataba de controlar su emoción. Sabía que si Agustín se lanzaba a comer helado, ella también querría. Sin embargo, recordó una lección importante que habían aprendido de su maestra: "el equilibrio es clave".

Con un plan en mente, se acercó a Agustín, que ya tenía dos enormes copas de helado en las manos.

"Escuchame, vamos a hacer un trato. Cada uno elige un postre, pero después vamos a compartir una ensalada de frutas. ¿Te parece?"-

"¡Eso suena genial!"- aceptó Agustín, sin poder contenerse. Aceptó el trato.

Así, después de disfrutar de los helados, decidieron ir a buscar el puesto de ensaladas de frutas. Al llegar, se encontraron con algo inesperado: un grupo de niños que parecí mastican papas fritas y galletitas.

"¡Hola, chicos! Venían a comer ensaladas de frutas, ¿verdad?"- preguntó un niño, con una bolsa de papas en la mano.

Agustín sonrió.

"Sí, pero queremos encontrar el equilibrio entre lo dulce y lo bueno para nuestra salud"- dijo con seriedad, recordando las palabras de su maestra.

"¿Equilibrio? Eso suena aburrido"- contestó otro niño, terminando su bolsa de papas.

Milagros se detuvo a pensar en esto. Si ellos no lo entendían, ¿cómo podrían hacer que el resto de los niños lo comprendiera? Así que se le ocurrió una idea.

"¿Qué tal si hacemos una competencia de quién puede hacer la ensalada de frutas más divertida?"- propuso, entusiasmada.

Todos los niños aceptaron la propuesta con alegría y empezaron a crear ensaladas coloridas con todo tipo de frutas.

"Mirá esta, ¡es un dragón!"- dijo Agustín, mientras colocaba rodajas de kiwi y fresas.

La risa y la creatividad llenaron el aire. Al final, cada ensalada fue un éxito, y los niños empezaron a pedir recetas.

"Chicos, recordar que comer sano puede ser tan divertido como comer golosinas aunque hay días para todo"- les dijo Milagros, sintiéndose muy orgullosa de lo que habían logrado.

Y así, Milagros y Agustín no solo disfrutaron de su aventura culinaria, sino que también aprendieron a compartir y equilibrar su dieta. Desde aquel día, se convirtieron en los embajadores de la comida sana en San Alegría, recordando siempre que comer de todo era posible, pero siempre con moderación y diversión.

"¡Viva el equilibrio!"- gritaron al unísono, aferrando sus ensaladas llenas de vida y color.

Y así fue como Milagros y Agustín, los comelones aventureros, aprendieron a disfrutar de la comida y la importancia de equilibrar la diversión con la alimentación saludable.

FIN.

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