Milagros y el tesoro de la granja



En una granja en la provincia de Buenos Aires vivían una mula llamada Milagros, un establo lleno de animales y un granjero llamado Pedro.

Milagros era una mula muy trabajadora y amigable, siempre ayudaba al granjero con las tareas del campo y cuidaba de los demás animales en el establo. Un día, mientras Milagros estaba arando el campo junto a Pedro, encontraron algo brillante entre la tierra. Era una bolsa llena de monedas de oro.

El granjero Pedro se sorprendió mucho al ver tanto dinero y no sabía qué hacer con él. "¡Milagros, mira lo que encontramos! Parece ser mucho dinero", exclamó Pedro emocionado. La mula levantó las orejas y miró curiosa la bolsa de monedas.

"¿Qué haremos con todo este dinero, Pedro?", preguntó Milagros preocupada. Pedro pensó por un momento y luego dijo: "Creo que lo mejor será guardarlo en un lugar seguro hasta que descubramos de quién es".

Así que decidieron guardar la bolsa de monedas en el establo, bajo llave, para mantenerla segura. Los días pasaron y nadie reclamaba el dinero perdido. Mientras tanto, Milagros seguía trabajando duro en la granja y cuidando a los demás animales.

Una noche, mientras todos dormían en la granja, escucharon ruidos extraños provenientes del establo. Pedro y Milagros corrieron a ver qué sucedía y se encontraron con algo inesperado: un grupo de ladrones intentaba robar la bolsa de monedas.

Milagros relinchó fuerte para alertar a los demás animales y juntos lograron ahuyentar a los ladrones antes de que pudieran llevarse el dinero. El granjero Pedro abrazó a Milagros emocionado y le dijo: "¡Eres realmente increíble! Gracias por proteger nuestro tesoro".

Al día siguiente, llegó un hombre al pueblo buscando desesperadamente su bolsa perdida llena de monedas de oro.

Cuando vio que estaba en manos del granjero Pedro gracias a la valentía de Milagros, le dio las gracias emocionado y le ofreció una recompensa por haberla encontrado. Pedro rechazó la recompensa gentilmente e insistió en que Milagros era quien merecía todo el reconocimiento por su valentía y lealtad. Desde ese día, todos en el pueblo admiraban a Milagros como una verdadera heroína.

Y así fue como la mula Milagros demostró que no hace falta tener alas para ser un ángel guardián, solo se necesita tener un corazón noble lleno de amor por los demás.

FIN.

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