Milagros y la escuela renovada


Érase una vez en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos, donde la naturaleza era tan hermosa que parecía pintada por los dioses.

En este lugar vivía una niña llamada Milagros, quien pertenecía a la tribu aborigen de los Comechingones. Milagros era muy curiosa y siempre estaba ávida de aprender cosas nuevas. Un día, mientras caminaba por el bosque con su abuela Juana, encontraron una escuelita abandonada.

La abuela le contó a Milagros que allí solían enseñar a los niños del pueblo, pero que había sido cerrada hacía muchos años. -¡Abuela Juana, qué linda sería tener una escuelita para aprender más cosas! -dijo emocionada Milagros.

La abuela sonrió y le dijo: -¿Por qué no intentamos arreglarla juntas? Seguro que podemos hacer algo maravilloso. Y así fue como Milagros y su abuela se pusieron manos a la obra. Limpiaron las ventanas, repararon los pupitres rotos y pintaron las paredes con colores brillantes.

Pronto, la escuelita volvió a lucir como nueva. Un día, mientras jugaba cerca del río con sus amigos aborígenes, Milagros les contó sobre su idea de reabrir la escuelita. Todos se entusiasmaron y decidieron ayudar en lo que pudieran.

Juntos limpiaron el patio, plantaron flores alrededor del edificio y armaron un huerto para cultivar vegetales. Finalmente llegó el gran día de la inauguración de la escuelita.

Todo el pueblo se reunió para celebrar esta nueva etapa llena de aprendizaje y alegría. Los niños corrían felices por el patio, los padres miraban orgullosos desde afuera y los ancianos recordaban con nostalgia sus días de escuela.

-¡Bienvenidos a nuestra escuelita! Aquí todos somos iguales y tenemos mucho por aprender juntos -dijo Milagros emocionada ante todos. La escuelita se convirtió en el corazón del pueblo, donde cada día se compartían conocimientos, risas y sueños.

Los niños aborígenes descubrieron un mundo nuevo lleno de posibilidades gracias al esfuerzo conjunto de toda la comunidad. Y así, entre cuentos alrededor del fogón, danzas tradicionales bajo el sol y clases en medio del bosque, Milagros y su comunidad demostraron que juntos podían lograr grandes cosas y ser felices siendo quienes eran: orgullosamente aborígenes.

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