Millaray y el Nuevo Mundo



En un hermoso campo, lleno de naturaleza y animales, vivía Millaray, una niña mapuche que adoraba pasar tiempo con su sabia abuela Rita. Juntas compartían historias antiguas, cuidaban de los animales y disfrutaban del aire fresco. Sin embargo, un día, su familia decidió mudarse a la ciudad por motivos de trabajo. Millaray se sintió triste al dejar su hogar.

- Abuela, ¿por qué tenemos que irnos? - preguntó Millaray con lágrimas en los ojos.

- A veces la vida nos lleva a nuevos caminos, mi querida. La ciudad tiene muchas oportunidades, pero siempre llevaremos nuestra cultura con nosotros - respondió Rita con una sonrisa.

Así, la familia se mudó a un departamento en la ciudad. Millaray, un poco asustada, empezó el colegio en el barrio. Desde el primer día, notó que sus compañeritos no entendían su ropa típica ni el significado de su nombre.

- ¿Por qué usas esos trajes raros? - preguntó una niña de su clase.

- No son raros, son hermosos y representan mi cultura - respondió Millaray, sintiéndose un poco orgullosa.

Los días pasaron y aunque Millaray intentaba hacer amigos, muchos chicos se burlaban de ella. La semana siguiente, la maestra les explicó la diversidad cultural, pero algunos compañeros seguían sin entender.

- No te preocupes, Millaray. Soy tu amiga, y yo quiero aprender sobre ti - dijo una niña llamada Sofía, acercándose a ella.

Millaray sintió una pequeña chispa de esperanza. Juntas decidieron hacer un proyecto sobre las culturas del mundo y presentarlo a la clase.

Esa tarde, en casa, Millaray le contó a su abuela sobre el proyecto.

- Abuela, voy a mostrarles nuestras tradiciones en la escuela. ¿Puedes ayudarme?

- Claro, mi vida. Mostraremos desde nuestras danzas hasta nuestras comidas. Será un bello viaje de aprendizaje - respondió Rita con entusiasmo.

El día de la presentación llegó. Millaray lucía un vestido tradicional mapuche y llevó productos típicos para compartir. Mientras hablaba, sus ojos brillaban con orgullo.

- En mi cultura, celebramos la conexión con la naturaleza. Hacemos danzas que honran a la tierra - dijo Millaray mientras mostraba algunas imágenes de la comunidad.

Los compañeros comenzaron a mostrar interés. Sofía levantó la mano y preguntó.

- ¿Podemos aprender a bailar? -

Con una gran sonrisa, Millaray asintió y a todos les pareció divertido. Así, todos juntos, aprendieron algunos pasos de la danza tradicional. Hasta la maestra se unió a la actividad.

- Esta es la mejor parte de mi día - dijo la maestra, riendo.

- ¡Es poesía en movimiento! - añadió un compañero.

Al final del día, muchos chicos se acercaron a Millaray.

- Nunca había conocido a alguien que tuviera una cultura tan hermosa. ¿Podrías enseñarnos más? - dijo un niño llamado Tomás.

Millaray se sintió feliz.

- ¡Sí! Podríamos hacer un club de diversidad cultural. - propuso entusiasmada.

Así nació el club, donde cada mes, un compañero presentaba su cultura. La ciudad se llenó de danzas, comidas y festivales de diferentes países. Millaray ya no se sentía sola ni diferente; su cultura había encontrado un lugar en la nueva comunidad.

Con el paso del tiempo, sus amigos empezaron a valorar la diversidad y a respetar las diferencias. Millaray incluso llevó a sus compañeros a conocer su campo en una excursión durante el fin de semana. Allí, los chicos aprendieron a hacer pan, cuidaron animales y disfrutaron de la naturaleza.

- Gracias por enseñarnos tu cultura, Millaray. Eres una amiga increíble - le dijo Sofía.

Y así, Millaray aprendió que aunque algunas veces el cambio es difícil, la aceptación y la integración son posibles cuando compartimos con amor y respeto.

Desde entonces, Millaray siguió contando las historias de su abuela con orgullo, llevando su cultura con ella a cada rincón de su nueva vida.

FIN.

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