Mimoso y la melodía mágica
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Felina, un gato llamado Mimoso. Mimoso era famoso por ser el gato más perezoso de todo el lugar.
Pasaba sus días recostado al sol, durmiendo largas siestas que parecían interminables. Un día, mientras los otros animales del pueblo trabajaban arduamente en la granja y en el mercado, Mimoso seguía acostado sin preocuparse por nada más que su comodidad.
Un grupo de animalitos decidió reunirse para hablar sobre la situación de Mimoso. Estaban preocupados porque veían a su amigo desaprovechar su tiempo y sus habilidades.
Así que la ratita Rosita propuso una idea: buscar una manera de motivar a Mimoso para que se vuelva más activo y participe en las actividades del pueblo. "¿Qué les parece si organizamos un concurso de talentos? Podemos invitar a todos los animales del pueblo a mostrar sus habilidades y así animar a Mimoso a participar", sugirió Rosita emocionada.
Los demás animalitos estuvieron de acuerdo con la idea y comenzaron los preparativos para el gran evento. Invitaron a todos: desde la tortuga Tito que tocaba la armónica hasta el perro Rufus que hacía acrobacias increíbles.
Mientras tanto, Mimoso seguía durmiendo plácidamente bajo un árbol sin enterarse de lo que estaba por ocurrir en Villa Felina. El día del concurso llegó y todos los habitantes del pueblo se reunieron en la plaza principal. Había música, risas y mucha emoción en el aire.
Los diferentes números artísticos se sucedían uno tras otro, dejando boquiabiertos a todos los presentes. Finalmente llegó el turno de Mimoso. Los demás animales lo fueron a despertar con cuidado y le contaron sobre el concurso.
Al principio, Mimoso no quería levantarse, pero al escuchar la música y ver la alegría de sus amigos decidió participar.
Con paso lento pero seguro, subió al escenario y comenzó a maullar una hermosa canción que él mismo había compuesto durante una de sus siestas eternas bajo el sol. Su voz resonaba dulce y melodiosa en toda la plaza, llenando los corazones de todos los presentes de alegría y emoción. Al terminar su actuación, fue recibido entre aplausos y ovaciones.
Todos estaban sorprendidos por el talento oculto de Mimoso y lo felicitaban por su valentía al subir al escenario. Desde ese día, Mimoso cambió su actitud hacia la vida.
Aunque seguía disfrutando de sus siestas eternas bajo el sol, también encontró placer en descubrir nuevas pasiones como la música y compartirlas con sus amigos del pueblo.
Y así, gracias al amor y apoyo de quienes lo rodeaban, Mimoso aprendió que siempre hay espacio para crecer y explorar nuevas facetas de sí mismo, incluso después de muchas siestas eternas bajo el sol. Y juntos vivieron felices para siempre en Villa Felina.
FIN.