Minho y la mariquita mágica



Había una vez un pequeño transcoreano llamado Minho, que vivía en un hermoso pueblo rodeado de montañas y campos verdes.

Aunque se sentía feliz y orgulloso de ser quien era, a veces se sentía triste porque las demás personas no entendían su identidad. Un día, mientras caminaba por el mercado del pueblo, vio a un grupo de niños jugando en el parque. Se acercó tímidamente y les preguntó si podía unirse a ellos.

Los niños lo miraron con curiosidad pero no dijeron nada. "¡Hola! Soy Minho", dijo él con una sonrisa. Los niños finalmente respondieron y le dieron la bienvenida al juego. Durante ese tiempo, Minho se divirtió mucho y olvidó completamente sus preocupaciones.

Era maravilloso sentirse aceptado por los demás. Pero al día siguiente, cuando volvió al parque para jugar otra vez con los niños, notó que estaban todos reunidos en un rincón hablando entre ellos.

Se acercó lentamente y escuchó parte de la conversación. "No entiendo por qué Minho es diferente", dijo uno de los niños. "A mí me da miedo hablarle", agregó otro niño. Minho sintió cómo su corazón se encogía ante esas palabras.

Se alejó sin hacer ruido para no interrumpirlos y decidió pasar el resto del día solo en su casa. Mientras estaba sentado tristemente en su habitación, escuchó un ruido afuera de la ventana.

Mirando hacia afuera, vio a una pequeña mariquita posada en el alféizar de la ventana. "Hola, Minho", dijo la mariquita con una vocecita suave. "He escuchado tu historia y quiero ayudarte". Minho se sorprendió al ver que la mariquita podía hablar, pero decidió escucharla.

La mariquita se presentó como Luna y le contó a Minho sobre su viaje desde el otro lado del mundo para encontrar amigos especiales. Le dijo que todos somos diferentes de alguna manera, y eso es lo que nos hace únicos y especiales.

"A veces las personas no entienden nuestras diferencias porque tienen miedo o simplemente no saben cómo reaccionar", explicó Luna. "Pero eso no significa que debas cambiar quién eres para encajar".

Minho asintió con tristeza, pero también sintió un poco de esperanza en sus palabras. "Recuerda siempre ser tú mismo", continuó Luna. "Sé valiente y comparte tu historia con los demás. Verán lo maravilloso que eres". Con nuevas fuerzas y confianza, Minho decidió seguir el consejo de Luna.

Al día siguiente, volvió al parque decidido a contarles a los niños sobre su vida como transcoreano. Cuando llegó al parque, notó cómo los niños lo miraban con curiosidad nuevamente.

Pero esta vez, en lugar de alejarse o sentirse triste, sonrió ampliamente y comenzó a contarles su historia. Los niños estaban asombrados por las experiencias de Minho y comenzaron a hacerle preguntas curiosas e interesantes. Poco a poco, comenzaron a entenderlo mejor y aceptarlo tal como era.

Desde ese día en adelante, Minho y los niños se convirtieron en grandes amigos. Juntos, aprendieron a celebrar sus diferencias y a valorar la diversidad.

Minho se dio cuenta de que aunque el camino para ser aceptado no siempre es fácil, valía la pena ser fiel a sí mismo. Y así, Minho vivió felizmente rodeado de amigos que lo amaban y apreciaban por quien era.

Aprendió que no importa cuán diferentes seamos, siempre podemos encontrar un lugar donde pertenecer si nos damos una oportunidad y compartimos nuestras historias con los demás.

FIN.

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