Mireia, la niña que quería ser profesora de arte



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía una niña llamada Mireia. Desde muy pequeña, había sentido una fuerte conexión con el arte. Cada vez que su mamá le daba un papel y colores, sus ojos brillaban con alegría. Sin pensarlo, llenaba las hojas de dibujos deslumbrantes, pinturas de paisajes que había visto en su mente y retratos de sus amigos y familiares.

Un día, mientras dibujaba en el parque, Mireia vio a un grupo de niños hablando entre ellos. Se acercó y escuchó que estaban discutiendo sobre un concurso de dibujo que se celebraría en la escuela.

"¿De verdad?" - les preguntó, emocionada. "¿Quién puede participar?"

"Todos los que quieran, pero solo hay un premio..." - respondió Santi, el más grande del grupo. "Dicen que el dibujo ganador será expuesto en la galería de arte del barrio."

El corazón de Mireia se llenó de entusiasmo. Su mayor sueño era que otros pudieran ver sus dibujos.

"¡Yo quiero participar!" - exclamó.

Los chicos la miraron con cierta duda.

"No sé si deberías..." - dijo Clara. "Tu estilo es... diferente. Puede que no les guste a los jueces."

Mireia sintió un nudo en el estómago. Sus mejillas se sonrojaron, pero decidió que no se dejaría desanimar. Si quería ser profesora de arte, tenía que aprender a enfrentar las críticas.

Durante días, se dedicó a preparar su obra maestra. Se sentó en su habitación con sus colores, pinceles y un gran lienzo en blanco. Empezó a pintar un hermoso paisaje que combinaba la realidad y su imaginación: casas con alas, árboles que sonreían y un sol lleno de colores.

Finalmente, llegó el día del concurso. Los nervios invadieron a Mireia mientras se presentaba con su dibujo en la escuela. Miró a su alrededor, y vio a otros niños con sus obras, cosas más tradicionales, así que su inseguridad comenzó a regresar.

"¿Estás lista, Mireia?" - le preguntó su amiga Sara, sonriendo.

"Espero que sí..." - respondió Mireia en voz baja. "Tengo miedo de que no les guste."

"A veces lo diferente es lo que más atrae..." - dijo Sara con optimismo.

Finalmente, presentaron los dibujos y el jurado tuvo que deliberar. Los minutos se sintieron como horas. Entonces, el maestro de arte, que siempre había sido su inspiración, se levantó.

"Hicieron un trabajo increíble, pero quiero destacar una obra que me ha impresionado muchísimo... ¡Es el dibujo de Mireia!"

Mireia no podía creerlo, su corazón latía con fuerza.

"¿Yo?" - exclamó. "¡Pero yo sólo pinté lo que sentía!"

"Eso es lo maravilloso de tu arte, Mireia. Nos muestras un mundo lleno de imaginación que nos inspira a todos" - explicó el maestro.

Mireia se sintió llena de alegría, y un nuevo sueño comenzó a nacer: quería compartir su amor por el arte con los demás.

Después del concurso, Mireia comenzó su camino para convertirse en profesora de arte. Se ofrecía a enseñar a otros niños en el barrio, creando un club donde todos podían explorar su creatividad.

"Podemos hacer una exposición con nuestros dibujos!" - les sugirió un día. "¡Así todos podrán ver lo que hacemos!"

Sus amigos estaban entusiasmados y, poco a poco, el club se fue llenando de risas, colores y muchísima creatividad.

Pasaron los meses y, un día, con un gran esfuerzo y mucho amor, organizaron la primera exposición en la galería del barrio. Cada dibujo era una ventana al mundo de los sueños y las ideas de cada niño.

"¡Estamos listos!" - anunció Mireia, casi sin poder contener su alegría.

La apertura fue un éxito. Los padres, amigos y vecinos admiraban las obras y Mireia se sintió más que nunca que estaba cumpliendo su sueño, inspirando a otros a ver la belleza en lo diferente.

Y así, Mireia, la niña que solo quería ser profesora de arte, se convirtió en un referente del barrio, demostrando que el arte no solo se trata de dibujar o pintar, sino de expresar lo que sentimos y de animar a otros a hacer lo mismo.

Desde entonces, Mireia nunca dejó de soñar y siempre será recordada como la niña que transformó su pasión en un legado de creatividad y amor por el arte.

FIN.

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