Mirla y su canto



En un colorido bosque lleno de árboles altísimos y flores de todos los colores, vivía una pequeña ave llamada Mirla. Tenía plumas brillantes de azul y verde que resplandecían bajo el sol, pero lo que más sobresalía de Mirla era su canto. Desde muy pequeña, Mirla soñaba con ser la mejor cantante del bosque y que todos se detuvieran a escuchar su hermosa melodía.

Un día, mientras Mirla practicaba su canto en la rama más alta de un roble, se encontró con Pedro, un viejo búho que tenía fama de ser muy sabio.

"¡Hola, señora Mirla! ¡Qué alegría que estés practicando! Tu canto suena hermoso, pero..." - dijo el búho mientras movía su cabeza con curiosidad.

"¡Gracias, Pedro! Estoy trabajando muy duro para ser la mejor cantante del bosque. ¿No crees que lo conseguiré?" - respondió Mirla con una sonrisa.

"No lo dudo, pero recuerda que el canto no sólo se trata de ser la mejor, sino de compartirlo con los demás", aconsejó Pedro.

Mirla asintió, aunque sintió que su deseo de ser la mejor la empujaba a seguir practicando sola. Sin embargo, no podía evitar sentir que algo faltaba. Pasaron los días y la pequeña ave seguía trabajando en su canto, pero cada vez se sentía más sola.

Un día, mientras Mirla ensayaba su nueva melodía, escuchó un llanto proveniente de un arbusto cercano. Con curiosidad, se acercó para ver qué pasaba. Allí encontró a un pequeño conejito que lloraba.

"¿Qué te pasa, amiguito?" - preguntó Mirla.

"No puedo encontrar a mi mamá y estoy muy asustado," - respondió el conejito con trocitos de su voz entrecortada.

Mirla sintió su corazón palpitando rápidamente. Tal vez su canto podría ayudar al conejito a sentirse mejor.

"Escucha, puedo cantarte una canción para que te sientas más tranquilo. Mi canto es muy especial, pero no puedo hacerlo sola, ¿quieres que lo hagamos juntos?" - sugirió Mirla.

"¿De verdad? ¡Claro!" - exclamó el conejito, secándose las lágrimas.

Así fue como Mirla comenzó a cantar una melodía suave y reconfortante, mientras el conejito se unió con su pequeño y tenue coro de 'rin, rin'. La combinación de sus voces resonó con dulzura en el bosque y, poco a poco, el conejito dejó de llorar y comenzó a sonreír.

"¡Eso fue hermoso! Eres una gran cantante, Mirla", dijo el conejito emocionado.

"¡Y tú lo eres también! Me encanta cantar contigo. ¿Te gustaría ayudarme a encontrar a tu mamá?" - preguntó Mirla.

"¡Sí! Tal vez podamos cantar y atraerla con nuestra música", respondió el conejito.

Los dos se aventuraron por el bosque, cantando a todo pulmón. Rápidamente, otros animales se unieron a ellos: una tortuga, un pato y hasta un grupo de ardillas se acercaron intrigados por aquella hermosa melodía.

"¡Vamos a buscar a su mamá juntos!" - gritó Mirla.

Los animales se alinearon, formando un gran grupo que cantaba al unísono, llenando el bosque de risas y melodías. Poco a poco, la mamá conejo apareció, atraída por el sonido.

"¡Mami!" - gritó el conejito, saltando hacia ella.

"¡Te estaba buscando! ¿Dónde estabas?" - preguntó la mamá, abrazándolo con cariño.

Mirla observó cómo la felicidad iluminaba el rostros del conejito y su mamá, y se dio cuenta de que, aunque no era la única cantante del bosque, había algo mucho más valioso en compartir su música.

"¡Gracias, Mirla! Sin tu canto no habría encontrado a mi mamá" - dijo el conejito emocionado.

"No hay de qué, fue mucho más divertido cantar juntos" - respondió Mirla, sonriendo de oreja a oreja.

A partir de ese día, Mirla y el conejito organizaban pequeñas reuniones donde todos los animales del bosque podían cantar juntos. Las melódicas canciones llenaban el aire, creando un ambiente de alegría y amistad. Mirla se sintió feliz, no porque fuera la mejor cantante, sino porque había encontrado un propósito en su canto: compartir felicidad.

Así fue como Mirla descubrió que la verdadera magia de la música está en compartirla con los demás. Y desde entonces, no sólo los colores del bosque se hicieron más brillantes, sino que su canto resonó en los corazones de todos, uniendo a los animales en un gran coro de amistad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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